miércoles, 27 de junio de 2007

A la ausencia en una noche tibia de ébano, vital y pura…

Cuando en el ébano de la tibia noche, amada,
a puerta cerrada quemábamos nuestros cuerpos,
entre llamas fugaces y aromas de inciensos,
y armonías hermosas en noches de alcohol,
en noches de vino, amor, en fin de bohemia,
sobre tu cama repleta de los pétalos de las rosas
del jardín, del invierno de noches frías y amor,
erradicábamos como enfermos el frío de los huesos,
era invierno, lo sé, y tu cama florecía de primavera.
Recuerdo tu sonrisa de oro, que opacaba la luna,
y tus ojos verdes en cielo, las únicas estrellas.
Hoy, en esta noche tibia de ébano, vital y pura,
en tu cama afloran los zarzales, agudos y fríos,
y mi alma vacía los contempla acariciables,
vacía, como nuestro escondite, pues en tu ausencia,
se ha cubierto por un grueso manto de escarcha…

18/03/2002

Canto al amado Olvido odiado...

Al tenaz olvido que corre en los
terrenos del amor Imposible...


He deseado odiarte como odio al árbol
que vive fijo sobre el suelo, impávido.
He deseado odiarte como odio siempre
al duro género humano, el género nuestro,
por ser tan animal y declararse humano.

He deseado odiarte como odio al viejo
que se aferra a sus preceptos añejos
buscando evitar un inevitable cambio.
He deseado odiarte como odio al niño
que juega ingenuo sin poder ver el mundo.

Y te he odiado, a veces, como odio yo,
con un amor inmenso y fiel eternamente,
pese a que sé bien, no puedo amarte.
Y te he odiado, a veces, por no querer
dormir contigo el sueño eterno y frío.

Y te odio como odio al cruel Destino,
que separa nuestros pasos cada vez más,
pese a que deseo permanecer eterno
a tu lado como un astro de luz nula
en el fondo del hoyo negro del tiempo.

Y te odio, como yo odio siempre al Todo,
que se posa como un muro irremediable,
profundamente alto, enormemente abismo,
y te odio por ser a quién más amo, odio
como odian las Musas el mejor Canto.

Y las horas y los segundo transcurren
como potros indómitos en la pradera,
colándose por los poros cual agujas,
se ciernen sobre las Musas, el Todo,
el Abismo, el Sino, sobre la Nada...

Y la vida sigue trasladándose como
las cosas que no tienen mucho sentido,
las que no tiene Norte o punto alguno,
como la vida cuando declaraste olvido,
y odio, como al inclemente Azar odia uno...

Odio el saber que mis canto no llegan
a tus oídos como tus palabras a los míos.
El conjugado del Todo, cae siempre
sobre mis hombros cansado y golpeados
por los golpes de los amores perdidos...

Y qué de la Vida, puedo decir: "sigue igual",
pero yo, con esta pluma y con esta lengua,
no puedo diferir del equilibrio obtenido,
con este tiempo de lustros y largas leguas,
por un deseo acérrimo de lograr el Olvido...

El Destino sigue cruel como siempre a sido.
El Todo sigue presente como en pesadillas.
La Vida transcurren como un río envenenado.
El Azar es inclemente como fue siempre.
Y aquí estoy yo, postrado, tendido de rodillas...

He deseado odiarte con este amor infinito.
Y te he odiado, a veces, como odio yo.
Y te odio, como yo odio al feroz Olvido.
y te odio por ser a quién más amo, odio
como odian las Musas el mejor Canto.

08/05/2003

Canto desde un mausoleo…

Canta el mausoleo de mi cuerpo,
como canto vivo de este difunto,
se eleva el canto hasta el cielo
y el infinito se colma de Todo…

Azares distinto ofrenda el alba,
cada niño que nace es un augurio,
cada humano que yace es un final,
¿pero qué ocurre cuando cambia?…

Cuando el azar se determina por
la muerte que nace en el horizonte,
y cada paso en la vida del hombre
condena a la muerte al sinsonte…

Y la magia del mundo decae fugaz
en abismos prefabricados de concreto,
y el milenario roble es arrancado
por ortodoxos esbirros de lo nuevo…

¡Ojalá un día el Vacío llene Todo,
para analizar de qué cojones sirvió
caminar por el mundo si ver a bien
que no era mundo era desolación…!

Canta desde su mausoleo mi alma,
está hecho de huesos y carne yerma,
es lo único que necesita mi alma,
para descansar en la tenaz fosa…

¿y para qué ataúdes y falsos entierros,
para qué flores a los que ya partieron?
el polvo es suficiente para cubrir
todos nuestros cuerpos muertos.

Y las pestañas del Sol se levantan,
insolando a quienes “viven” aquí…
Y las faldas de la Luna se levantan,
seduciendo a los mortales vivos…

Las casualidades del Destino caen
como templos del antiguo Bizancio,
agonizando entre recuerdos y realidad,
y no dejan un solo pilar en pie…

Cada espectro de brisa y penumbra,
es un palmo de roca cuarceada y fina
que es el recuerdo de un beso furtivo,
encerrado en un vaso de cristal azul…

En el fondo del vaso el sueño
recuerda al muerto que yace en
el mausoleo de huesos que es suyo,
pues fue víctima de la melancolía…

Canto hoy desde mi mausoleo frío,
recordando los besos que he trazado,
y el azar que de mi dama me ha separado,
canto y canto y canto desde mi mausoleo…

Pero se me hace muy curioso el pensar,
que pese a todos esos cuentos mundanos,
ella es la que partió, ella es la que yace,
ella es la muerta, pero yo soy el enterrado…

11/12/2002.

Fin de la Ileada...

Para Hellen, Feliz matrimonio…

Cae la noche mística y greca,
junto con las melodías latinas
que amparan las ánforas frescas,
las jóvenes bellas, la noche peca…

Dulces flautas son las de Pan,
bailan vírgenes joviales desnudas,
en el fondo las musas quedan mudas
para que su secreto ellas sepan…

En el fondo del círculo bacantes,
inundan los cuerpos de aquel vino,
y con él, su desnudo cuerpo miro,
como sólo lo logré hacer antes…

Fin de la Ileada, la lucha y el empeño
Elena habita hoy con otro en su lecho,
es de otro ahora la alegría que no escucho,
la que sólo me supo dar su dulce sueño…

No se oyen ya los gritos de guerreros,
empecinados por tener su bello cuerpo,
luchando por llenar mi gran infierno,
no se oyen ya los gritos de guerreros…

Y cae el atardecer en mi Ítaca doliente,
y amanece aquella Troya marchita,
pues la ira de las diosas hoy resucita,
y no sé si ha ganado el Odiseo valiente…

Llora como nunca el Tártaro de Hades,
en el se revuelcan todos los muertos,
aquellos que salieron de Troya yertos,
al satisfacer los deseos del cruel Ares…

Saber a bien quién ganó esta dura lucha,
qué dios intervino en la derrota y victoria,
será que Zeus proyecto tu rauda gloria,
pues en verdad de verdades mereces mucha…

Cae la noche mística y greca.
Dulces flautas son las de Pan.
En el fondo del círculo bacantes.
Algarabía y fiesta a la diosa griega…

No se oyen ya los gritos de guerreros.
Llora como nunca el Tártaro de Hades.
Agoniza el Fénix que sigue la Aurora.
No sabemos si perdimos o ganamos…

Y cae el atardecer en mi Ítaca doliente.
Saber a bien quién ganó esta dura lucha.
Sólo sé que perdí, el tramo concluye…
Fin de la Ileada, el empeño y la lucha.

Fin de la Ileada, la lucha y el empeño.
La mano de Ticchi cerró la braza ardiente,
que crepitaba tenaz en mi sangrante frente.
Perdí la Ileada, que más, acabó el sueño…

07/08/2002.
12:35 a.m.

II

Cual leve y fría draga
el enojo abordó mi sonrisa,
será que un sueño se draga,
o sea que desperté en agonía;

Viento, luz, vida ¿qué se hicieron?
amor, sentimientos ¿Dónde están?
por el momento sólo hay hielo,
hielo pues tu ya no estás…

Hielo pues la culpa me embarga
culpa de no saber ¿ por qué?
se esfumo tu cálida mirada
deseando quizás no volver

¡Adiós! querida ilusión,
¡adiós! pues ya no te veré,
o quizás nos veremos de nuevo
pero tendré que dejarte otra vez;

¡Adiós! ¡Adiós! gran amor,
esfúmate, desvanécete,
como siempre, por siempre,
pues cuando te tengo huyes fugaz.

No pido más sueños ni amores,
pido solamente paz y quietud,
quizás una rosa blanca,
cada mes sobre mi ataúd

¡Que toquen los laúdes!
que el pueblo se funda de pasión
hoy una daga esta clavada,
en lo mas profundo de un corazón.

18/4/2000

La casa antigua en la colina solitaria

A Suhgey, trazando hermosos sueños…

La casa antigua en la colina solitaria
es un sueño quizá más que certero…
es de altos muros de concreto viejo
y sus tejas de barro cuentan mil secretos
con voz de soles eternos e infinitas gotas,
han perdido ya su color de sangre fresca,
hoy lucen como marchitas rosas de otoño…

cada paso hacia aquel secreto santuario,
eleva a los míticos dragones de nuevo,
y la gárgola de roca firme saluda al viajero
ubicada sobre un pedestal jónico ligero
con ese grito desgarrado de sus adentros
que suplica casi con llanto vivo en los ojos
el poder emprender su añorado vuelo…

después se llega a aquella enorme puerta
que preserva el misterio lúcido y adentro,
tiene tres metros de astillas y piezas de hierro,
cada astilla cuenta un nombre y un recuerdo,
cada grueso clavo es un humano ya muerto,
cada uno de los goznes en sus bisagras de acero,
recuerda un parto y un clímax y un juego…

Abre la colosal puerta, quizá verás un murciélago,
y al fondo de la sala un caracol de escalera,
con escalones al parecer cansados del polvo,
suplican talones descalzos y tacones risueños,
en los muros cirios opacos y arañas en vuelos
muchos cuadros y pinturas de distintos dueños,
y un gran vacío en aire como en un cementerio…

a tu diestra un piano de cola, con un banco fino,
y un violonchelo y unas hadas que velan sus cuerpos…
una chimenea y unos sofás antiguos a su frente,
y un gran ventanal, en el que en noches despejadas
se acostumbraba ver la luna y contar estrellas,
todo está lleno de polvo bien lo sé, pero, pero,
por favor no toques nunca ese hermoso piano…

Sube pues las escaleras, deja que los escalones
recuerden los años en que afloro mi primavera,
dobla a la izquierda, y no te asustes, no te asustes,
en la cama de una recamara está tendido el traje,
ese bello traje de nupcias añejas color negro,
el que generó tanto revuelo al entrar a la iglesia,
yo lo dejé ahí hace ya mucho, mucho tiempo…

asómate a la ventana, quita las capas de polvo,
desde ahí verás ese jardín interno, y su fuente,
antes que el polvo cubriera el suelo se veía
un infinito arrecife de coral a pocos centímetros
yo coloqué cada cuarzo y escaramujo de coral,
y sobre ellos puse una gruesa capa de cristal,
asómate a la ventana, quizás aún los verás…

más al fondo una torrecilla de piedra y ladrillo,
ella no es tan vieja, no tiene tantos recuerdos,
pero tiene los mejores, los de las noches,
los de las lluvias de estrellas y las copas de vino,
es de unos veinte metros de altura, alta
y por ello más lejos de este obsoleto mundo,
¡qué noches aquellas, qué recuerdos y alegrías…!

en otros tiempos mantenía sus misterios,
pero entre las sombras góticas y medievales,
habitaba un precioso lucero que animaba todo,
todo lo que había en sus adentros, un lucero,
que se apagó una noche de frío invierno,
en las penumbras de mi cama delirando,
fue mi Dama, desde entonces ya no vuelvo…

A veces envió a algún compañero a que
visite mi santuario amado y mis recuerdos,
algunos me dicen “¡hombre necio, demoledlo!”
pero yo soy fiel a mi casa, a mi viejo templo,
lleno de velas muertas, de telarañas e insectos,
pero es lo que tengo en mis manos y fue de ella
y su paso por el mundo yo por nada lo vendo…
07/12/2002.

*Noche de Dioses Carnales

Emerge sigiloso el elíxir de Morfeo
y renueva el efecto del vino bebido.
Los telones decaen muy lentamente
y las luces de mundo se tornan borrosas,
sólo se presentan dos brillantes espejos
(rojos también por los bergantes tragos).
Sudor. Rocío en los rincones del cuerpo.
Una boca suspirando excitada, agotada.
Unos senos erectos apuntando al cielo.
Yo, besos sus ojos somnolientos y ebrios.
Y cae mi cabeza recorriendo su cuerpo.
Siento su vientre cálidamente despierto,
y se adentra mi lengua, vertiginosamente
en esa húmeda madriguera de deseo…
Tú, despiertas de golpe, en un espasmo,
incorporándote con fuerza a tus caderas.
Y cae, explota de nuevo el Cosmos,
mientras estoy sumergido totalmente
en el fondo de este carnal abismo.
Aún no entiendo por qué el más angelical
canto suena a depredación y delirio.
El porqué el temblor de las carnes
derriba el mundo y te lleva al cielo.
Y hoy Venus y Eros descienden fugaces
a este trémulo cúmulo de deseos,
hoy se unen a nosotros benévolos…
Muevo un poco este cálido cirio
y de nuevo corre tu savia torrentosa.
Nuestros cuerpos son uno ahora…
¡Qué bien se siente tenerte a ti
acoplada jovialmente a mi cuerpo,
y ver en tu cara ese gesto único
que divaga entre tortuoso y placentero!
¡Esos gemidos destazan mi calma,
al tener todo tu éxtasis en mi boca!
Bebo pausadamente ese néctar agridulce,
oloroso a júbilo, amor, carne y sexo.
Y una vez cumplido el trance,
agotados y saciados de este sueño,
recordamos de las noche los tragos
que, liberando de cadenas a lo cierto,
guiaron nuestros pasos hasta el lecho…
En esta noche mistificada de sueños,
esta noche hija de Baco, Eros y Morfeo…

16/06/2002

Saga de un olmo

Hoy redacto una historia ocurrida,
no sé si hace segundos o milenios,
y sé que hoy forma parte tan sólo,
de un cúmulo de recuerdos viejos…

Le hablan en pasado los Verbos,
y convencen y condicionan su mente,
de que no podrá cambiar su ruta,
si no es de la mano de la muerte…

Surgió de una semilla perdida,
entre sombras de destierro y pena,
germinó un Enero cualquiera,
sin pensar en lo solo devenía…

Creció rápida y lentamente,
torcido por los golpes del viento,
solo en un bosque de pinos,
el único olmo del bosque, el distinto…

Y fueron suficientes las hogueras
que circulaban su tronco en primavera,
para secar sus delicadas raíces,
que se hicieron duras como piedras…

Pero no importaron las sequías,
ni los tortuosos verano, ni las tormentas,
siempre daba vivas sus flores,
sin importar lo que pasaba en la pradera…

Un día entre los cardos a sus pies tendidos,
surgió una pasiva violeta…
una violeta que embrujo al pobre olmo,
y ella se marchitó terminada la primavera…

Y el olmo desesperado por su ausencia,
dejó de nutrir sus flores bajas,
para nutrir su bella flor ya muerta,
y los cardos ríen mientras él se seca…

Desde aquel día nacen flores ahí,
donde fugaz habitó su pacífica violeta,
pero el tiempo las marchita precozmente,
o un pájaro o la hoz las cortan de repente…
Y el olmo desesperado por su ausencia,
deja de nutrir sus flores bellas,
para nutrir aquellas bellas flores ya muertas,
y los cardos ríen mientras él se seca…

Hoy los cardos inundan la pradera,
y sus espinas se tienden como una marea,
pues han absorbido lo que el olmo dio
para nutrir las flores del suelo muertas…

Y hoy está ahí después de tantos siglos,
sin una de sus flores propias abiertas,
y únicamente en pie por sus raíces,
de roca pero siempre escuetas…

Y hoy el rocío es sangre yerma,
sobre sus hojas apuñadas en el suelo,
y sabe que está a punto de no ser más
que un olmo en pie, un olmo seco…

y mañana encontrarás en él
un nido de lechuzas y murciélagos,
lo verás lleno de vida foránea,
pero él, seco, frío, muerto y hueco…

23/05/2002

Salmo al Polvo

Polvo, hermano mío, hijo del pasado,
bienaventuranzas viene a ti el día de hoy,
por los que anhelan y remembran los que habitan en ti,
los que partieron en un mágico o tortuoso ayer.

Polvo, esencia que contiene todo,
desde los huesos y almas de niños,
hasta las carnes de bellas doncellas,
hasta los tesoros de extintas estirpes…

Polvo, ¡Oh tú, gran y venidera morada!,
tú vives con la vida de sabios mesías y torpes,
tú vives con la vida de realistas y trovadores,
tú vives, sí, tú vives, desde que existe el pasado.

Polvo, algún día este papel y este grafito,
y esta mano que sin fijarse te escriben,
formarán en ti una grisma, un granito,
y no se olvidarán de lo que escriben.

Polvo, hermano mío, hijo del pasado,
tú que todo lo tienes, tú que todo lo cubres,
guarda esta alma triste como todo,
todo lo que guardas en tus arcas fúnebres…

12/03/2001

Ha despertado somnoliento el errante...

Ha despertado somnoliento el errante,
y no sabe si renunciar al sueño…
y, ungido en lágrimas, os suplica dama,
que, con esta corta trama de tinta y sueños,
perdones la estupidez obtusa y llana,
de tan siquiera aventurarse a soñar,
con lo que sabía se llevaría el viento…

Ha despertado somnoliento el errante,
y no sabe si renunciar al sueño…
y, levantándose del suelo, grita,
a pulmón lleno, que siente el aire,
que siente el aire que recorre su cuerpo,
pero se aferró muy fuerte, se levantó
con lo que sabía se llevaría el viento…

Ha despertado somnoliento el errante,
y se aventuro a declararse despierto,
pero cayó, rendido y muerto al ver
que se encontraba despierto y sin ella,
vio deshacerse a su mundo como polvo
y se dejó llevar por la muerte, en su río,
con lo que sabía se llevaría el viento…

01/04/2002

Soledades y tristezas

Confieso sin apresurar lo que les digo,
sin mentir u ocultar los hechos,
confieso hermanos lo que he vivido,
y el contar de las horas en que he muerto…

para algunos soy oráculo y soporte,
en sus horas de amargura y desconsuelo,
viene a mí buscando mis locos consejos,
para sus problemas triviales y complejos…

Mas a mí no llega un hombro amigo,
que soporte mis pesares y sufrimientos,
o tal vez en un parque un compañero,
me atiende y se esfuma como el viento…

solamente sé que mi cama está vacía,
en esta noche de tristeza y amargura,
sólo sé que si me levando mañana,
confundiré sus penas con las mías…

sólo sé compañeros de alegrías,
que hoy no me visitará ninguno,
pese a esto lo que no atino,
es saber si será mi lecho o mi tumba,
lo que por la noche esté tendido…

31/10/2001

Soneto Dolorido

¿Has sentido alguna vez, una escaramuza en el pecho,
ver el dolor haciendo nido tan profundo y tan adentro,
sentir como se siente la Vida escurriéndose por las venas,
fraguar, sin importancia alguna, tantas utopías dantescas…?

¿Has escuchado, como en los cuentos cantábricos
el gemido crónico de un gnomo delirante en su cava?
¿Has visto fugarse las hadas a un mundo remoto
huyendo presurosas del Vacío que tiende la impotencia…?

A veces, sueño tan siquiera, que un perdigón de amor
rozara mi cuerpo, sentir una esperanza como mía,
tener algún sueño que no acabe en pesadilla…

Pero, quizá sea este éter colérico que ata mi Sino,
el que me ha condenada a ser un amante silencioso,
escondido en una cueva, esperando no ser descubierto…

05/12/2005

Tonada Melancólica

Clemencia podrían pedir mis párpados
ante las olas de recuerdo que se funde
entre tanta maraña de pensares mustios.
Piedad podrían pedir mis manos burdas,
descanso del frío corroedor de sueños,
descanso del frío que deambula vena adentro…

A veces entre tanta melancolía deseara
un rostro de paz recostado a mi pecho,
una simple diadema de ilusiones blancas,
un ocaso que no acabe hasta el final del beso…
A veces deseara una enredadera verde
sujetada al alma o al cuello como a un globo…

Pero debemos confesar nuestra impotencia.
Debemos asumir nuestra culpa humana.
¿Cuesta tanto acaso reconocer la magia?
Y pasan las horas, hijas desbocadas del Tiempo…
Y quedan las llamas y las cenizas rojas
de tanto amor y esperanza que apagó el viento…

Y se mira uno en los espejos con ojos tristes,
esperando rayos crueles o lanzas de unos ojos,
quizá una bala de esperanza viva de sus labios,
quizá un sueño en el cual creer un poco más,
quizá simplemente el deseo solemne del sueño
del que no se desea despertar ya nunca, jamás...

26/01/2006

Antes que mi vida emprenda la hégira...

Cuando en mi vida emprenda la hégira,
gritaré el nombre de mis compañeros de viaje;
de mi dios, mi señor y mi esclava,
gritaré el nombre de mi ser, Libertad,
como las notas más suaves de un laúd amigo,
tomándome da la mano del ánfora de vino…

Gritaré el nombre de mi amante, de mi dama,
de ésa que con pétalos de rosa latigaba mi espalda,
de ésa que con mano de hierro acariciaba mi espalda,
la que vestía para mí sus mejores harapos,
éstas, pálidas musas de felina mirada,
Soledad, Tristeza, gritaré vuestro signo…

Aclamaré a aquel anciano de barbas blancas,
que tendió mil zancadillas, arpones, y trampas,
sé que él seguirá ahí cuando parta, bien lo sé,
pero pudo decirle que agradezco sus golpes,
Tiempo, juguetón viejo, recordaré tu nombre…

No olvidaré los cálidos hálitos que probé,
ni las rosas, pieles y sábanas que en mis manos estrujé,
pero mi memoria falla en estos cortos días,
para poder gritar el nombre de los muertos de mi vida,
¡añoro los momentos en que me declaré feliz,
pero añoro más a las causantes de mi lágrimas!

Le susurraré mi historia a todos los citados,
los que lleguen a velar mi sueño eterno,
y al hacer el sumario de mi viaje, espero,
no deber a mi gente más que materia,
así podré compararlo con los cortos y quizás,
quizás inútiles consejos que precoces les cedí.

No me he de abigarrar a este mundo frío y vano,
ni a todo lo fugaz que esta vida nos ofrece,
pero no olvidaré la esencia de quién estuvo aquí,
ni el calor de las manos que estreche,
sé lo que dirán hermanos míos, aún soy joven,
para tan solo pensar en el final partir,

pero no sé si este será mi último suspiro,
o si veinte siglos le quedan a mi rauda vida,
por lo que preparo mis maletas, para el eminente viaje,
y el merecido agradecimiento para esos hermanos,
para los fieles bastones que estuvieron a mi lado…
Antes que mi vida emprenda la hégira…
21/12/2001

Cuando se quiebra la brújula

Al amor eterno, que llena y demuele nuestras almas…

Aquel joven era una persona, digamos, normal. Sus utopías eran veraces; a su criterio, sólo eran catalogadas de utopías por aquellos cobardes sin valor para realizarlas. Sus metas pues, sus ideales, se basaban férreamente en millones de cantos llegados a sus oídos o hijos de su propia cabeza. Aquel joven no era especial, pero era diferente…
Sus ojos tenían reflejos invernales, ofrecidos por el junio que corría. Su cabello parecía un sauce llorón, marchito por el tiempo. Su frente, qué se podría decir de su frente, era amplia, como un buen océano, lleno de grandes olas; correntadas inmensas emanaban de ella, fuertes tifones, grandes maremotos, sin embargo, lucía fría y vacía, como si no pudiese siquiera elevar una nota o un verso para un canto. Todo su cerebro estaba borrado, como si todo hubiese cambiado repentinamente, como si el Norte Magnético de la brújula hoy apuntara hacia otro Norte.
Sus pupilas eran paños humedecidos por las lágrimas que se habían derramado durante toda la noche. En fin el joven se paseaba como un gato hambriento esperando a su dueño, de un lado a otro de la casa, meditando a llanto vivo lo que pasaba en su cabeza. Lloraba como un padre que perdía a un hijo. Lloraba abiertamente como si algún querido amigo yaciese en el fondo de un ataúd superpuesto a su mirada.
De su nombre, ya no me acuerdo, de nada sirve ahora saber o recordar su nombre…
¿Cuál sería la causa de este dolor corrosivo, de este daño tan profundo en la paciencia de ese joven?
La noche ya apuraba su paso. El joven se sentó en una silla maltrecha. Sujetó su cara entre sus manos y se estremeció contra la mesa, como un tronco seco contra el suelo…
Ayer, él paseaba por el mundo sin preocupación alguna. Pero hoy, se presentaba como un ermitaño encerrado en su mundo propio. Semejaba una estatua de mármol su pose inamovible sobre la mesa.
¿Qué ocurrió?, esa es la pregunta fundamental.
Bueno les contaré…
Dejó ir a su dama, por el amor que sentía. Probó todo lo que sabía, pero no pudo retenerla, tuvo que dejarla ir. Tuvo que afrontar la Realidad indescriptible tendida por su partida.
Ese adiós caló muy profundo, hasta destrozar todas las bases en las que él posaba su existencia. Verán, el amor es la trampa más violenta y, para bien o para mal, pocos humanos logran escapar. No fue precisamente la partida de su amante, sino la decisión tomada. No estaba dispuesto a enamorarse realmente de nuevo, sin embargo, vivía soñando amar realmente a esa mujer. Ella era perfecta, un sueño, pero él no podía entregarse completamente, por el miedo… simplemente por el carnívoro miedo, hijo de un pasado tortuoso…
El darse cuenta de lo que ocurría, fue la gota derramante del vaso. No podía creer lo sucedido, la dejó ir, sin poder contemplar la mínima posibilidad de reconciliación.
Se refugió en una buena amiga para poder desahogar su pena, de ella si tengo el nombre, era Mónica. Ella, Mónica, una persona abierta a diálogo, intentó subsanar el problema con sabios consejos y recomendaciones. Mas el problema era muy confuso para cualquier ser, su simplicidad se resumía a la decisión de aquel joven.
Una decisión, un nuevo rumbo, el cual debía empezar con un profundo análisis sobre sí mismo.
No hubo remedio, se encaró en un dialéctico soliloquio, disperso por las emociones, dolido por los recuerdos, añorando etéreos parajes y pensamientos.
Al final de la trama, supo a bien lo que realmente ocurría, su ser ya era otro, sin que él hubiese notado el más pequeño cambio.
No podía amar, su pecho estaba vacío, poco a poco todo se había escapado de sus adentros, con un paso tortuoso, carcomiendo lentamente todo lo habido, todo lo que existió donde precariamente se supone vive el sentimiento humano.
Por eso sus pupilas eran paños humedecidos por las lágrimas que se habían derramado durante toda la noche. En fin el joven se paseaba como un gato hambriento esperando a su dueña, de un lado a otro de la casa, meditando a llanto vivo lo que pasaba en su cabeza. Lloraba como un padre que perdía a un hijo. Lloraba abiertamente como si él yaciese en el fondo de un ataúd superpuesto a su mirada.
Por esos sus ojos tenían reflejos invernales, ofrecidos por el junio en curso. Su frente era amplia, como un buen océano, lleno de grandes olas; correntadas inmensas emanaban de ella, fuertes tifones, grandes maremotos, hoy lucía fría y vacía, como si no pudiese siquiera elevar una nota o un verso para un canto. Todo su cerebro estaba borrado, como si todo hubiese cambiado repentinamente, como si el Norte Magnético de la brújula hoy apuntara hacia otro Norte.
Meditabundamente loco, demencialmente realista, hecho un sofista, un trovador, un existencialista. Fumaba unos cuantos cigarros a los cuales veía como seres vivientes en medio del camino espinoso que todos caminamos quemándonos lentamente, desgastando el corazón como se consume el tabaco.
Suspiraba mientras su cabeza giraba y giraba sin un rumbo fijo, sin saber qué hacer ni qué decir en estos momentos de angustia y veracidad fusionadas irremediablemente.
Se escuchó en sus adentros un sonido de cristal rompiéndose, se retorció, cual si uno de sus órganos vitales colapsara explosionando dentro de su cuerpo. Levantó su cabeza, de nuevo estaba llorando, las lágrimas brotaban semejando un manantial de agua dulce: un río generando un oasis.
Comprendió entonces lo que ocurría en la mente de todos esos locos de amor imposible, los imposiblemente enamorados y aquellos a los que se les hace imposible enamorarse. Supo que estaba en uno de esos selectos grupos.
Sólo pudo gritarse como lo hace aquel que admite que ha perdido su rumbo en medio del camino de la vida:
"¡Ahora compruebas, pobre idiota, pobre enfermo de amores imposiblemente cercados. Ahora compruebas lo que siente un viajero perdido en medio del desierto, sabiendo que el oasis más cercano está al Norte. Ahora sabes lo que se siente cuando se quiebra la brújula…!
El Norte visible puede ser un espejismo. ¿Qué camino tomar ahora, qué rumbo seguir?… "
Pues bien, se levantó de la silla maltrecha que sostenía su cuerpo, dejó de semejar aquella estatua de mármol pesado, para mutar en una ave dispuesta al vuelo. Secó sus lágrimas y abrió sus alas. Estaba listo para emprender el vuelo. Sin rumbo fijo, sin fijarse hacia donde le dirigían sus alas, sólo quería volar, volver a la enorme libertad de los aires eternos. Deseaba que un fuerte aire desprendiera sus pies del suelo.
El Norte pasó a ser solamente un espejismo, nadie guiaría de nuevos sus pasos. Sólo él decidiría su ruta. Supo lo difícil que sería caminar por el mundo, por lo que mejor alzó en vuelo, creando un par de alas de colibrí en cada pie, como el Hérmes mitológico, cual Mercurio.
Corrió, abrió sus brazos contemplando el vacío, sin miedo alguno se dejó caer. De pronto se vio más alto de lo que nadie pudo imaginar, ni siquiera él.
Y comprendió por fin lo último expresado en sus últimas palabras humanas, ya que hoy día camina distante a unos pocos centímetros del suelo elevado por las alas de colibrí tatuados en sus pies, con su cuerpo de hombre, pero con un alma nueva de ave dentro de pecho, sólo pudo decir:
"Hoy día, he develado un arcano profundamente enterrado dentro de esta forma humana: cuando un ser humano camina errante, dando tumbos, por el mundo sin una ruta fija, sin un destino seguro, sin ver un Norte, un Sur, un Este o un Oeste que se defina como tal llamándose a sí mismo por su nombre, cuando ya el corazón es obsoleta brújula, sólo existe un paso seguro para no perderse en medio del mundo, la única respuesta es alzarse en vuelo, pues desde los cielos todo es visible; y la otra opción, la cual no es barajable, es la muerte… El volar es la única salida razonable, cuando se quiebra la brújula…"
Así, abrió sus ojos, viéndose de nuevo en su cuerpo humano, mas ahora una sonrisa copaba su rostro lleno de llanto. Se le veía en los ojos reflejos primaverales. En sus pupilas húmedas fueron semilleros fértiles para nuevos sueños, nuevas sofismas ampliamente posibles y razonables. Su cerebro se llenó a pasos agigantados. Los maremotos, los tifones y el alto oleaje se apaciguaron dejando sólo el hermoso paisaje de un arrecife coralino. Anchas arrugas se hicieron en su frente, esta vez por risa. Ahora paseaba por su casa como un erguido tigre recorriendo su territorio.
Ahora tiene alma de Ave Fénix, y sabe que resurgirá de las cenizas cada vez que sea necesario mientras vuele, pues, como dijo: "…El volar es la única salida razonable, cuando se quiebra la brújula…"

9 de Junio, 2003

Cartas de Soledad, desamor y locura: Cuestiones Humanas...

Desde tiempos inmemoriales el humano promedio ha buscado respuestas a su existencia, basándose en estrategias complicadas, añorando entre sus propias marañas descubrir la esencia de las cosas simples…

Hemos luchado contra nosotros mismos y contra nuestros instintos para buscar más y más corazas donde escondernos de nuestro mayor temor, la verdad evidente de que no somos más que animales auto-condenados a pensar un modo más complicado de cómo llevar la vida animal que nos recorre…

A veces, quizá por azar, atisbamos vestigios de nuestra naturaleza, pero nos rehusamos a admitirlo y le damos la espalda antes de poder ver, siquiera, el brillo de sus ojos.

Entre tanto juego un comprende cuando pierde el miedo, que todo es simplemente un cúmulo de caretas sobre nuestros rostros que nos hacen sentir menos vulnerables.

Cuando era niño, jamás tuve una fiesta de cumpleaños, nunca salíamos realmente, pocas eran las ocasiones en que me sentía como un niño, simplemente me transformé en un anciano refugiado en la literatura encerrado en un cofre joven, aunque por dentro pensaba que miles de siglos de ignominiosa soledad se calaban en mi sienes.

Ahora, superados los veinte, sigo siendo el mismo viejo, encerrado en un caparazón horrendo, con las mismas necesidades de cuando era niño, simplemente poder amar plenamente algo tangible y sentir aunque sea en momentos que también soy amado.

Por eso quizá me molesta tanto ver a las personas de mi edad reventando piñatas, realizando dinámicas infantiles, simplemente porque su ausencia en los tiempos mozos me hicieron pensar que eran actividades frívolas e innecesarias. No me arrepiento de haber tenido tanta carencia en el sentido material cuando era un crío, porque me enseñó a darle más valor a otras cosas que quizá sólo yo comprendo.

Mas quizá ese es el problema de nuestro genero, se ha desvirtuado la facultad más grande del ser humano, la capacidad de amar sin fronteras ni medidas, y, por no tener la opción de razonarlo desde niños, se ha transformado el amor en algo frívolo e innecesario.

En nuestros tiempos, el amor es simplemente un utensilio, un condimento aplicado a otros fines, como las ínfulas de grandeza, el bienestar económico o una excusa para la lujuria humana.

Por eso cada vez considero que gracias a esta visión de mundo no he de encajar en ningún lugar de este globo terráqueo, simplemente estaré vagando como un errante, viendo las cosas frívolas ante mis ojos transmutadas en los pilares más recios de la vida de otros, y la espina dorsal de mi pensamiento como un tapete de bienvenida que todos pisan, pero nadie toma su tiempo para leerlo.

En estos tiempos es vital para un niño que su padre le pague lujosas estaciones de juego virtual, que compre los últimos discos de x o y cantante, que lo lleven a conciertos irracionales donde no se dice nada que haga aflorar más que los valores mundanos de este mundo.

Todos han de conocer los temas del momento, que simplemente dicen “la amé y dejó”, “la amaba tanto que le fui infiel”, “la extraño tanto que estoy buscando otra”; pero ningún mensaje llega a nuestros oídos que nos diga a ciencia cierta porque amaban tanto a esa dama más que por el hecho de que se tienen buenos recuerdos de sábanas blancas.
Y sigo viendo el mundo como una marea de escoria, que se sólo plantea discusiones vanas llenas de escarnio.

A fin cuentas este es el mundo en el que vivo y no puedo hacer nada realmente bueno para cambiarlo, quizá en que se complica más la vida de lo que debiera soy yo. Que sigo anhelando parajes místicos donde el amor sea más que una ficción y una excusa para retozar una noche al lado de cualquier dama.

Duele tanto a la vista ver a las mujeres discutiendo cual hombre es el más atractivo, divagando que tan bueno será en la cama, o simplemente sentándose junto a él para que le invite los tragos esa noche. Casi ninguna desea ir más allá y no preocuparse por lo vano, buscar a alguien a quien amar simplemente por el placer de hacerlo.

Duele tanto a los oídos escuchar hablar a los hombres, debatiendo cual es la mujer con mejores pechos y de cómo hacen esfuerzos sobrehumanos para ofrecer cielo, mar y tierra simplemente por un par de revolcones y después decir: “disculpa pero no eres lo que estoy buscando”. Son tan pocos los hombres ya en este mundo, todos se han enfocado en encontrar un costal de carne al cual acariciar en la madrugada, sin pensar que en esa carne es más que carne, sin pensar que ese costal vital respira quizá añorando que todo el sudor de una noche de pasión no sea otro sueño lamentable y que ese hombre este buscando alguien a quien amar simplemente por el placer de hacerlo.

Quizá mi destino está tallado a costa de los pecados de esta vida y las pasadas, recordando que los círculos jamás se cierran y que el dolor y el sufrimiento causados serán un espejo para nuestro futuro siguiente, la sabia Ley del Karma, jamás deja cabos sueltos.

Quizá sea que este conocimiento de amar por el placer de hacerlo, se me ha entregado en castigo por algún acto atroz de una vida pasada, haciéndome recordar que fui en el pasado nunca pude entenderlo hasta mis últimos suspiros.

Pero no cambio mi suerte por ningún motivo, bastantes lágrimas han recorrido jovialmente mi rostro, como para pensar que todo esta perdido mientras aún siga habiendo sangre recorriendo mi cuerpo y qué llorar desde mis ojos.

Espero ver algún día en estos parajes desolados donde habito unos ojos dulces e innocuos que sepan valorar lo que se ve más que con la vista, y quiera simplemente amor por el placer de hacerlo.

Moriré con la fe en alto como todo buen iluso, si es que el don de la muerte, no me fue negado también.

23-Sep-06

Cartas de Soledad, desamor y locura: Explicaciones para Mónica

A veces los soles son tan fríos y las ponencias tan ambivalentes, que los nortes se esfuman como si quisieran esconderse de los ojos humanos para que nadie les mortifique más.

Es tan fácil echarle la culpa al Norte cuando uno se encuentra en pleno desierto sin agua ni alimento, es tan simple, generalmente, mirarse en una tormenta de polvo y reclamar al Sino la impotencia de encontrar alguna ruta menos violenta hacia los manantiales.

Se difuman las palabras y la sombras en un cóctel amargo, en especial cuando las lágrimas desean aflorar y uno no les haya un surco correcto y expedito.

La esperanza irascible de amar sin temor al daño y el furibundo deseo no ser amado para no causar estragos como los que uno ha llevado a cuestas, simplemente por miedo…

Es en estos momentos que uno desearía poder retroceder el tiempo, tomando de las barbas a ese viejo decrépito y descascarar tanta escoria que ha puesto en nuestro camino. Llegar al inicio de todo para suplicarle al azar poder cambiar algunas decisiones y por ende algunas consecuencias.

El deseo de ser amado y el temor de lastimar a alguien, el dolor de amar sin ser amado, el horror de ser amado sin poder corresponder correctamente.

Todos tenemos prioridades tan distintas y crueles, que duplicamos los esfuerzos cada vez que parpadeamos, buscando explicaciones y una voz interior que nos diga que el camino que tomamos es el correcto, mas la realidad forma esa voz en una condena, dado que nunca sabemos a ciencia cierta si realmente es verdad o simplemente un reflejo obtuso de nuestra impotencia y miedo de cambiar las cosas.

Mi prioridad siempre fue tratar de imitar la inmensidad del mar y su plena entrega a pesar de las toneladas de tóxicos que cada día le ofrenda la humanidad como muestra de su desprecio, empero el mar sigue dándose estúpidamente, como si tuviese fe de que la raza humana algún día llegará a comprender la simpleza de su entrega, tanto como para respetarla.

Por otra parte, la necesidad de afiliación, de poder saber que amo a alguien se ha transmutado no en un condimento para mi existir sino en su pilar más importante.

Y el dolor de entregarse sin pedir nada, y no recibir nada a cambio, y la angustia de saber que no existe un ser que simplemente deseé estar como un monte recio en la orilla de mis costas, simplemente para acariciarlo con espuma y regalar corales muertos.

A veces miro los campos y encuentro tanto desierto entre las flores, que deseara cortarlas todas para equilibrar la necesidad de destierro entre la belleza.

Las flores desoladas se marchitan precoces, escapan de la vida porque se entregan bellas pero efímeras, han aprendido el duro arte de saber morir cuando no tiene más que dar, han aprendido la arcaica esencia de lo perecedero.

Cuando mis manos se posan sobre una flor, busco en ella tantos rostros, tanto nombres, simplemente me recuerdan las bellezas que he vivido como un enfermo de amor, acariciando tantos sueños vulnerados por el paso del tiempo, ahora marchitos y apagados.

Y como una parvada de cuervos se acercan las melodías melancólicas de aquel tiempo, donde podía sentirme sólo sin sentirme inútil.

Entonces se fraguan las expectativas de poder volver a ser, simplemente un olmo seco y hueco en medio de un bosque olvidado, pero es tan grande el miedo de volver a la paz de destierro que nunca encuentran fuerzas mis manos para cavar mi fosa póstuma, más bien siguen abriendo trechos como si existiera algo distinto tras los arbustos.

Cuantas veces hemos derribado los muros con toda nuestra fuerza y esperanza, para después de la labor ver que tras ese muro, hay un espacio igual que el anterior y una muralla más alta.

Es por eso que empezamos de nuevo, recorriendo la muralla para ver que no tiene límite, y pensamos en la posibilidad del salto, sin que nos importe la muerte; y pensamos también en volver a derribar el muro; pero por sobre todo pensamos en que haremos si detrás de este hay otro muro.

Quizá fuera más cómodo camuflarnos en el muro y esperar que otro u otra extraviada pasare por esto acres lúgubres con la misma intención y mayores sueños. Quizá fuera más cómodo emprender la vuelta al bosque de origen y dejarnos morir al pie de nuestra cuna.

Es en estos momentos que una decisión marca el destino, como cuando se hecha una moneda al aire para ver de quién será el primer turno en la ruleta rusa…

Cuanto deseara haber tenido desde hace siglos una compañera de viaje que supiese la importancia de seguir luchando pese al desespero, la humana impotencia y el escarnio de la realidad.

El día que doblen mis campanas será porque por fin a caído el último muro y me a dejado al borde de un mar intransitable, un desierto insondable o simplemente, ojala, una llanura con potros briosos y frutales inmensos, un río tan dulce y un horizonte libre de miedos como para empezar a construir una morada.

Creo que siempre seré un cazador de sueños imposibles, un recolector de melodías perdidas y un sofista que vive en sus fantasías en busca de una panacea que salve su vida.

Cuando llegue el día de mi muerte espero poder sonreírle y decirle que he logrado a vencer la vida, que en encontrado un limite que no se pueda derribar o un espacio donde no haya más fronteras.

Hasta entonces estamos condenados a seguir vagando como luciérnagas ebrias pensando que el cigarro que brilla a varios metros puede ser el verdadero amor de mi vida.

24 de Septiembre de 2006

Cartas de Soledad, desamor y locura: Espacios...

Dentro del quehacer cotidiano siempre buscamos reducir los espacios para pensar en alguien, en especial cuando su presencia se torna imposible y distante. Cuando la distancia del deseo de cruzar miradas se esfuman vertiginosamente debido a la impotencia, transmutándose en un espacio ínfimo o en un colosal abismos, inversamente proporcional a la necesidad de mirarle…

¿Cuántas veces he sentido que es estás intocable cuando te tengo sentada a mi lado y otras veces, como hoy, que estas imposiblemente separada de mi cuerpo, imagino que te tengo en mi regazo?

Quizá sólo es este enfermizo sueño de escucharte, de trazar algunas ideas con tus ojos, y mirar tus labios como un suculento durazno maduro, que deseara morder con desespero.

Así, los kilómetros se evaporan como una gota de tiempo, para traerte a mi mente como si fueses real, como una invitación a los sueños de los que nunca se desea despertar, como una parvada de gaviotas que acarician tu sombra cuando caminas por la playa, como una nube de humo de las que desprenden los autobuses capitalinos ante mis ojos.

¡Cuánto dieran mis manos por mirar tus rostro, y mis ojos por acariciarte el pelo…!

Así, los segundos de encuentro se alargan para no dejarte ir, y las ganas de verte aumentan, propiciando romper el sueño de una vez por todas y que sea tu carne y tu cabello lo que acaricien mis manos…

Por eso no escribo más, mejor me dedico a masticar el sueño, a deleitarme con su sabor, en ausencia de tus labios…

19 de octubre de 2006

Cartas de Soledad, desamor y locura: Flujos...

Es tan extraño el flujo de la suerte, a veces, que no sabemos a ciencia cierta que nos depara el mañana.

Son tantos los vacíos que se crean en el alma con el paso del tiempo que las fuerzas de desgastan de una manera violenta y amarga.

No sé porqué escriben mis manos, ni cual es realmente el impulso que me obliga a tomar la pluma, quizá el futuro sepa mostrar estas respuestas, o simplemente sea porque no ha de llegar mañana.

Cuando las sombras se posan en el cuerpo, el corazón se funde con el abismo y luego, tratar de sobrellevar la vida se vuelve un juego peligroso.

Son tan crueles los amaneceres como los recuerdos de las batallas perdidas, cada día que se presenta hacia los ojos, simplemente nos recuerda que no hay razones propias para seguir en estos rumbos.

Se vuelven tan violentas las esperanzas y tan vanas las ideas que no nos queda más que escuchar el silencio provocado por nuestra propia impotencia.

Se destruyen los sellos de lo bueno, lo malo y lo correcto, transmutándose tan sólo en un espejismo en pleno desierto.

Cada segundo se vuelve más insoportable y lo insoportable cada vez más cotidiano, dejando de lado cualquier esfuerzo por entender, simplemente se dedica uno a sobrellevar a cuestas esta agonía sin respuestas.

Cuando cabalgo por las calles desoladas y miro los horizontes diversos, no entiendo porqué la Natura me sigue negando el descanso y la paz que tanto anhelo.

A mi diestra un arcoiris brioso que se esconde en las montañas con un brillo augusto, a la zurda un atardecer que avanza furibundo, que despliega colores dorados y ambarinos, su paso lentamente aniquila al arcoiris, pero no por ello deja de ser bello.

Es tan extraño, generalmente, el paso de la noche que nos deja prever lo fragua, por un lado se nos presenta como una invitación bella, homenaje póstumo del día que perece, por otro lado nos invita a la sombra a sabiendas que amanecerá de nuevo.

Si tan sólo pudiese escapar de la mía, de esta sombra funesta que no da paz a mis sentidos, esta soledad que encadena mi suerte y esta forma mortal de mi visión de vida.

No atino a saber que pasará mañana; si por una vez el Sol dejará de esconderse de la penumbra y amaneciera a media noche como prueba de la luz sobre la sombra; pero el astro mayor de nuestro sistema seguirá jugando el juego que desde hace infinitud de tiempo a estado jugando: esconderse sigiloso de la sombra como si tuviese miedo a algo.

A fin de cuentas la sombra es todopoderosa como reflejo oscuro de la luz más divina. Quizá si nuestra vida fuera nocturna pensaríamos que es ella quien se esconde del sol, asustadiza.

Pero en el fondo de la duda las posibilidades se entretejen como una maraña indescriptible, dejando infinidad de caminos posibles sin encontrar inicios ni finales.

Mañana, quizá, emprenda un camino hacia el olvido, dejando de lado tan escoria, camine por un camino nuevo huyendo del sol y de la luna; forme una comuna humana lejana de tanta inmundicia nuestra, de tanta duda.

Tal vez mañana por fin logre creerme que el sueño es bueno sin importar que astro ilumine la cuna…

Pero es tan grande el miedo a lo desconocido, a por fin encontrar un motor que mueva mis pasos, algo suficientemente fuerte como para hacer caminar este instrumento oxidado.

En la noche lo sin nombre se hace presente diciéndonos su signo sin miedo, mientras que en el día se esconde de todos para tratar de guardar los misterios.

¡Qué colosal es la impotencia!, es tan grande que no sabemos donde ponerla, a veces la escondemos en el ático, otras veces en la cama mutua, pero yo, lastimosamente, he aprendido a esconderla entre mis huesos.

Es en estos momentos que uno pide al aire un soplo que le arrebate las lágrimas, para que se libere un poco de la hiel que recorre los nervios, pero también es grande el miedo de desangrarse en lágrimas y de en el desahogo llegar a un punto de no retorno.

Quizá por eso es que hoy he tomado la pluma, para llorar un poco sin que nadie me escuche: ponerme frente a este aparato y redactar sin ser molestado mi enorme hastío.

Llevo a mi boca un cigarrillo y recuerdo que siempre pensé que la vida era eso, un manojo de tabaco atiborrado quemándose lentamente sin remedio.

¿Por qué mi boca jamás aprendió a gritar lo que siento y tienen mis manos que ser el único escape? ¿Por qué me sigo refugiando entre el miedo de decirle a mundo que soy vulnerable?

A veces deseara que mi muerte, viniera a buscarme de una vez por todas, que simplemente se me corte el aire, para destruir este armazón sin alma.

Pero, es tan torpe la esperanza que aún espero encontrar algo para sostener mis huesos, una mano humana que sepa entender mi saga, que sepa sacarme de este acmé que vivo.

Pero no ha de existir en este mundo un ser capaz de adentrarse entre mis venas y conocer el dolor que me carcome, esta impotencia colosal que se antepone a mis ojos vidriosos e incrédulos.

Quizá simplemente sea un juego del azar, el ponerme en este cuerpo, en este tiempo, hacerme pagar alguna burla o deuda que le deba de algún pasado. Mas el juego esta llegando a un punto de saber que puedo hacer para reponer el daño, ¡no sé qué pueden hacer estas dos manos humanas para forjar algún sueño no perecedero…!

Mientras el vacío de sentirse inútil se va haciendo más largo, y la agonía cada vez más insoportable y lo insoportable cada vez más cotidiano.

Si mis lágrimas tuviesen un precio, las daría todas por un rato de dicha, un sentimiento de amor que no se me escurra entre los dedos, una pasión que se centre en la lujuria.

Quizá sólo deseo dos manos sinceras que sepan posarse sobre mis hombros y clavarme una daga por la espalda, dándome un beso en la nuca y diciéndome buenas noches cuando recién raya la aurora.

Quizá sólo deseo un poniente lejos del mundo para dejarme morir en el destierro, un espacio sólo para mí y la Nada, esa dama que ha sido mi única amante fiel y sincera.

Podría ser un poniente en la llanura visto desde un árbol colgado de una soga.

Tal vez, en el fondo de este desespero sepa encontrar alguna razón de vivir propia, o tal vez simplemente dirija una copa de cianuro hacia mi boca…

Espero que este texto lleno de dolor y autoconsuelo, sea una idea que simplemente nació de la agonía que siento, y si se vuelve real en estas noches de invierno, por lo menos anime a un desesperado a encontrar algún otro remedio…

16 de Septiembre de 2006.

Cartas de Soledad, desamor y locura: Espora Libertina

Su amor fue como una espora que divagaba en el aire, prófuga de cualquier intención de plantarse, tratando de huir tan alto como pudiera del suelo que le invitaba a germinar.

No obstante la bondad de los vientos es curiosa, se dedicó a elevarla tanto que dejó de saber porque no quería plantase. Buscaba cada vez más motivos insípidos en la tierra fértil que deseaba acogerla y bendecirle en nombre con unos cuantos dulces sueños.

A veces el miedo a estar inamovible se vuelve tan colosal que no sabemos donde enterrarlo, por la zozobra de que este miedo nos tome del pie cuando huimos y no nos deje escapar, condenándonos a ser su sombra inamovible.

Generalmente los miedos no son más que círculos con apariencia de espiral, y les buscamos su inicio y su final pero nadie puede decir a ciencia cierta donde empieza un círculo sino quien lo trazó.

Su amor era una espora, digna de germinar en cualquier planicie o acantilado, portadora de flores inmensas y olorosas, pero aún encerrada en un caparazón de fobias a germinar, como si estuviese sumido en un dulce éxtasis de sueño del que no se quiere despertar por más que sabemos que es sólo un sueño.

Yo, simplemente estaba parqueado al costado de un camino, absorbiendo vida de la purulencia que me rodeaba, deseando que su espora perdida supiese encontrar una ruta para plantarse a mi lado o quizá su aire libertador arrancara mis corroídas raíces de suelo y me invitara a vagar por el espacio sideral…

Hace unos días, por momentos le vi pasar por mis senderos caóticos y desolados, dejando con su paso una magia de colores ambarinos y oscuros, como el color de la sangre al combinarse con el lodo, como el color del sonrojo en sus mejillas albas contrastadas con su cabellera.

Quizá por eso es que la esperanza habita un poco más cerca de mis acres amargos, simplemente se requiere un poco de magia para hacer sonreír a un muerto al tocar la mano de la Parca.

Pero el azar sigue siendo igual de vengativo y sólo me dejó disfrutarla por unos soplos, oler su cabellera negra y mirar sus profundos ojos.

¿Cuántos tesoros se pueden ver en el fondo de unos ojos en unos segundos?, en los suyos, los suficientes para avergonzar a las minas de Salomón y hacer parecer las bóvedas de Midas una limosna irrisoria.

Eso es lo que se me viene a mente hoy que tengo esta prístina daga en mis manos y la dirijo hacia mi cuello sigilosamente, el brillo augusto de los ojos que quizá nunca verán más mis ojos.

Tantos recuerdos y tantos momentos que no se dieron jamás por la estúpida impotencia humana, por las ataduras autoimpuestas por nuestras manos, por las vendas que nos amarramos cuando tratamos de buscar la luz y las espadas que nos clavamos en el pecho cuando a grito abierto pedimos vivir…

Y la plenitud de vida se basa en las cosas que deseamos y jamás tenemos y la monotonía se fundamenta en las cosas que deseamos y luego de obtenidas se vuelven vanas.

Quizá por eso menosprecio ahora tanto a la vida, porque tanto soñé con ser feliz que después de perder la felicidad me doy cuenta que no importa y tanto sufrir he tenido que simplemente se ha hecho monótono.

Si tan solo me pudiese conformar con un guijarro de esperanzas perdidas y unos sueños vulnerados por el paso del tiempo, podría encontrar razones para difumar un poco la amargura y tratar de romper mis raíces para empezar a andar, como el árbol sabio que después de cien años entendió que en ese mismo bosque no podría crecer más y tomo la decisión de derribarse para dar paso a otros más pequeños que él.

Algún día encontraré en el reposo del sueño un deseo furibundo de despertar y no se me será concedido; igual que muchas noches he deseado no despertar y al rayar el sol me encuentra en pie.

Ella era una espora libertina y yo un olmo maltrecho atado por su raigambre, destinos completamente surcados por el azar que hace invitaciones a la felicidad y cancela a última hora.

Hasta cierto punto ella deseaba ser atada y yo liberado, pero el terror usual al cambio nos condenó a seguir los mismos caminos hasta la muerte.

Sin poder reconocer a quién te puede llegar a amar, seguimos los dos davalando por senderos agridulces que nos hacen toparnos a veces para recordar que nuestras rutas no han de estar hermanadas hasta que el camino haya concluido.

La agonía de la vida me está colmando el plato, justamente hoy que recuerdo tu nombre y casi no puedo pronunciarlo, quisiera tenerte aquí y abordar tu barco, para que el exilio se desvanezca como un mal sueño y tus ojos llenen tantos vacíos que llevo dentro.

Pero es tanto, acaso, pedirle a la vida que me acompañes en el viaje, que me permita dejar de ser un leño atado al suelo y convertirme en el mástil que sigue tu viento.

Atarme a tu libertad como un papelote a la cuerda que le deja volar, o quizá hacer germinar tus flores en el aire para que se las lleve el viento en el dulce viaje del sueño, y aprender a germinar sin raíces como lo hace la hoja de aire.

Me gustaría que descubrieras que el soberbio halcón, amo y señor de los vuelos supremos, sabe buscar guarida para sus alas cansadas y construye nidos alejados para guardar reposo cuando lo ocupa. Que hasta el portador de la libertad absoluta del vuelo, sabe guardar sus alas para correr hacia su lecho, y luego del descaso saber que tiene un sitio para él más allá de la infinitud del cielo.

Tú eres una espora libertina, que desea volar sin encontrar reposo; yo: un olmo seco cansado del estado inanimado del descaso.

Quizá algún día te canses tú del vuelo y yo del reposo, y hagamos uso de los pies para caminar por ahí junto.

Mientras tanto seguiré sentado con mi daga, mutilando mariposas como mis mejores deseos, y fraguando revoluciones de vida que llevan a debacles colosalmente épicas.

Mientras tanto seguiré posado en estos acres escabrosos y fríos esperando invitaciones al viaje que promulgan los insectos, o que en una noche turbulenta el viento te lleve a descansar bajo mi ramaje, protegiendo tus sueños…

Sábado 14 de Octubre de 2006