sábado, 28 de julio de 2007

*Retrovisor..

Cuando caen las auroras sobre los hombros,
se siente la crueldad del paso de los años.
Tantos esfuerzos inútiles se presentan,
tantos sueños perdidos nos encaran.

Así se siente la vida tras los párpados.
Así se posan los años tras los años.
Así se anteponen tantas lágrimas.
Así se descomponen las esperanzas.

De saber que cada acto es inservible,
por saber que cada parto es un aborto
que las ilusiones no son más que desvíos,

que la saciedad es mito ya prescrito
y, por sobre todo, que no existe nada
que puedan hacer mis humanas manos…

19-06-2007

Amargura insondable…

Han de ser las fuerzas físicas del Cosmos,
o las potentes energías de la Madre Natura,
quizá tal vez la Gravedad o la Cuántica,
las únicas que puedan definir y generar,
una amargura humana tan profunda…

El paso del reloj acelera el trauma y el duelo,
corroyendo veloz lo que queda de recuerdo,
no sé si el viaje venidero será la cura correcta,
o será venda inútil que infeccionará la herida,
pero el declive se aproxima más y más cada noche…

Me duele tanto este sinsabor amargo y crudo,
como la mejor espada incrustada en el costado,
pero camina la luz sobre este gnomón ántico
descascarando tantas calles y cortando tanto árbol
arrasando como lava todo los sueños, mis sueños…

Se doblegarán más mañana las horas en mis hombros
apuntalando cual taladro más pesar en mis ojos…
Se fraguarán más sueños imposibles en mi cráneo,
durante las horas subsiguientes, deseosos de gritos
nacidos desde el fondo del alma tras su muerte…

Han de ser las fuerzas físicas del Cosmos,
o las potentes energías de la Madre Natura,
quizá tal vez la Gravedad o la Cuántica,
las únicas que puedan definir y generar,
una amargura humana tan profunda…

Mientras tanto, sigo sollozante y despierto,
replegando mis alas bajo la fuerte lluvia,
deseando un rayo titánico o un tifón violento
que tengan tanta dulzura en su ser perfecto
como para acabar con este tortuoso sufrimiento…

*Cantos para un olvido…

Sueños…

Desde las fosas comunes de mis huesos, divago,
las artes perdidas entre tantos siglos de pausa,
las formas concebidas por destierros propios,
las ilusiones que naufragaron en esperas y penas,
las conquistas difumadas entre resignaciones,
las promesas transformadas en cadenas y látigos,
las formas arcanas perdidas en los olvidos inhóspitos…
Desde las fosas comunes de mis huesos, divago.

Es entonces que uno llama al Olvido y le solicita
un poco de cordura entre tanto dolor y llanto,
una esperanza abierta a crecer y a ser, simplemente.
¿Cuántas veces soñé con sus manos y sus labios?
¿Cuántas veces creí que soñando podría madurar,
aprender, ser y crecer como una dulce espiga?
¿Cuántas veces como sofista simplemente soñé,
desde las fosas comunes de mis huesos, divago…?

Y es en estos parajes que los sueños se esfuman
dando a luz realidades bizarras y frustraciones rústicas,
poniendo sal en las yagas más violentamente abiertas,
ventilando pensares en los lugares más indiscretos
y mendigando un poco de sapiencia para llevar
a cuestas esta indescriptible sensación humana
camuflada entre resentimiento, miedo y pesar,
pero que no es más que la impotencia y la resignación…

Historias…

Durante los momentos de ira y autocompasión,
la fuerza de las manos se vence por el pasado,
dejando de lado todo lo que se es, y se recuerda…
Por eso es que a veces las golondrinas callan
porque han recordado, que olvidaron una nota.
Por eso es que a veces las mareas cesan impávidas
porque recuerdan que han perdido algunas gotas.
También es por eso que llora a veces el alma…

A veces la memoria se llena de agujeros profundos
dejando de lado tanto lo malo como lo bueno,
divagando solamente en sensaciones, davalando,
un tacto de su tacto, el beso de su beso y las caricias
más profundas y más sentidas, más fingidas y regaladas.
Es en esos momentos que la razón defiende feroz
que no existe nada porqué luchar y morir y nacer,
que el Vacío es inmenso y el Todo simplemente olvido…

Pero el corazón hace caso omiso a estas palabras
(hijas furibundas del dolor de no saber qué más hacer),
se empalma una lanza como acto de guerra y se lucha,
como ciego siervo de la Locura de amar y de sentir,
pero se envanecen las luchas con ínfulas de grandeza,
con sofismas de agradecimientos, con pensares
de un palabra optimista que grite, una vez, al menos
que se está haciendo un esfuerzo, para revivir un muerto…
Pasos…

¿Cuánto darían mis ojos por brillar de nuevo
del mismo modo que brillaban en aquellos días?
Volver a las artes ocultas del ser y la revuelta.
Volver a ser aquel loco que logró captar tu mirada.
Volver a ser aquel rebelde que te incitaba a marchas.
Demostrarte con los ojos que sigue vivo aquel ser,
pero que está dormido tras los párpados y los miedos,
de no tener que luchar simplemente por él y ya…

A veces un hombre tiene una parcela fresca y rauda,
y una dama se enamora de esa pureza indómita,
pero el hombre tiene que destruir su parcela, arrasarla,
para levantar una casa, una simple y pequeña casa,
no más allá del alcance de sus manos, no más allá;
no más allá del alcance de sus hombros, no más allá.
Después, pasado el tiempo, la mujer a de pedir de nuevo,
el retoñar de las flores y el madurar de los frutos…

Siempre por el paso de los años, las cosas cambian,
para bien o para mal, todo eclosiona y avanza,
desatando eternidades de calvarios y venganza,
provocando días de cosechas y benévolas bonanzas.
Siempre por el paso de los años, las cosas cambian,
¿A caso las flores reverdecen por sí solas o los otoños
no tienden capas de manos viejas en los suelos secos?
Siempre por el paso de los años, las cosas cambian…
Entrega…

Dolorosamente admití que no eras mía, hace siglos.
Dolorosamente digo que sé jamás lo fuiste.
Como cuando se esparcen semillas por los campos
y se dejan volar como pájaros rendidos al suelo,
dolorosamente sé que jamás fuiste mía realmente…
Eras del viento que llevaba tu cuerpo y tu alma
prófuga de una realidad que quería inventarme.
Dolorosamente sé que jamás fuiste mía realmente…

¿Es tan duro acaso, llamarse ajeno, sin el temor presente,
dar el alma como se entrega el cuerpo al sueño,
posarlo a sabiendas que no sé sabe que vendrá,
a veces una cosecha de hermosos sueños y las otras
una maraña inmensa de penas y temores: pesadillas…
Es tan duro acaso, llamarse ajeno, sin el temor presente,
dar el alma como se da el mar al mundo entero,
regalando corales muertos, alimentando almejas de basura…?

Dolorosamente admití que no eras mía, hace siglos.
Eres diosa de otros pueblos, el tuyo propio,
parte de ese irascible temor de entregarte completa,
visiones arcaicas y temores profundos de compartir,
más que caricias y recuerdos, más que orgasmos,
sino compartir el Todo como se comparte el aire,
hasta que el otro ser sienta que puede respirarte.
Dolorosamente admití que no eras mía, hace siglos.
Otoño…

Cuando llegue el otoño con su último poniente
(mismo que bien sabes espero encontrar pronto),
podré gritarle al Vacío que me espera jubiloso,
que amé, y después de conocer el amor y el dolor,
ya nada queda en este mundo que no conozcan mis ojos,
que traté de entregarme completo, aunque pareciera,
ante algunos ojos, algo simple, pobre y poco…
Cuando llegue el otoño con su último poniente…

Espero que la vida sepa escapar de mis manos
febrilmente como lo sabe hacer el amor por mis poros,
que la muerte me encuentre descansado, para el baile,
el único baile que bailaré en mi vida, el de la muerte..
Y que cuando mi cuerpo se encuentre inerte,
como una hogaza arrojada al suelo, se demuestre,
que, como a una uva posada en las cubas usadas,
se me ha escurrido hasta la última lágrima de los ojos…

Espero por demás que tu Primavera se eterna y larga,
que florezcan en tus campos espigas gordas y maravillas,
y que al igual que el viento encuentres tu destino,
posada en una vela con rumbo al mejor infinito…
y que la negra saga de mi eterno invierno y otoño,
sirvan de referente ver que aún en el frío angustioso
aún existirá en calor el cuerpo para calentar otro…
Cuando llegue el otoño con su último poniente…
Tregua…

A veces, se escucha el tañer de las campanas,
que presurosas incitan a las más violentas guerras.
Otras veces las campanas saben callar disimuladas,
pariendo con su silencio profundas y largas treguas…
Mas a veces el silencio de la tregua sabe a muerte,
a derrota de un bando, del otro o de ambos bandos,
por eso calla mi pluma esta noche, meditabunda,
cuando aún faltan dos estrofas de ocho versos…

Como en una marcha fúnebre…

Como en una marcha fúnebre
va mi entusiasmo hoy día,
sin saber si el sepelio es el propio.
A veces es tan dulce el olor a agonía,
como cuando se aspira un jazmín,
como cuando se besa una boca,
como cuando se canta la trova,
la canción de la Melancolía.
Y otras veces, se ve el foso
que invita al descanso de tanta
gira inútil, de tanta llama opaca,
se ve en la inmensidad del abismo
un espacio apacible para dormir
como cuando se encuentra un lecho,
como cuando se tiende una cama,
como cuando se prepara una almohada
de hierbabuena y manzanilla para
invitar a alguien a que haga compañía.
Ojalá termine la marcha fúnebre.
Ojalá se detenga la homilía.
Ojalá se planten las palas amigas
que han de cavar el foso.
Como en una marcha fúnebre
va mi entusiasmo hoy día,
sin saber si el sepelio es el propio.

06/06/2006

¿Dónde estará la magia cuando se ocupa un poco?

¿Cuántas veces se han cruzado mis ojos apesumbrados
con mistificaciones de deidades mutadas en magia?
Realmente podría contar pocas esencias inusuales.
Realmente podría otorgarles a pocas las dotes inmortales.

De tanta escoria están cansados mis ojos y manos,
de sueños románticos que se convierten en Tártaros,
de visiones dulces que clavan al final sabores salobres…
¿Dónde estará la magia cuando se ocupa un poco?

Tantas veces he sostenido mi catana en las manos
y mustio de pensamientos y recuerdos de amores,
he deseado partir el aire y buscar un vórtice
que me lleve distante de esta galaxia amarga…

Y buscamos esperanzas en las flores marchitas.
Y plantamos ilusiones en tierras estériles y secas.
Y navegamos por ríos hastiados de peces muertos.
Y caminamos somnolientos por los mismos caminos…

A fin de cuentas no se sabe para donde dirigir
la mirada cuando hay tantas lágrimas yermas,
cuando se aglutina la sangre como muestra
de que no se encuentra amor real en la vida…

¿Dónde estará la magia cuando se ocupa un poco?
Quizá se camufló entre los huesos esperando
una daga filosa y prístina que la saque a luz…
Quizá simplemente se canso de esperar y partió…

En estos momentos de resignación uno grita,
como grita el anciano colérico de impotencia,
como grita el niño muriendo de hambre y destierro:
¿Dónde estará la magia cuando se ocupa un poco?

05/08/2006

Epílogo...

Donde doblan las campañas
irá mi alma esta noche,
los que aún me recuerdan
no sabrán más de mí.
¿Cuánto desespero pudieron
soportar estas dos manos?
Quizá mucho, quizá poco,
quizá simplemente el necesario…
Cuando volvieron las alondras
a cantar su dulce trino
a las puertas de vecino,
sin recordar que yo también
soy adicto a su bello canto,
supe de nuevo la verdad
que quise ocultar entre dudas,
esta almohada llena de púas
me seguirá atormentando
hasta que por fin dure el canto
del llamado de Thánatos
suficiente para que mi saga
corra presurosa a su encuentro.
Sólo espero que con eso
la muerte depare paz y quietud,
y una vez posado en el ataúd
tendido de mis propios huesos,
no haya dios o mujer presente
que tenga la osadía de tocar el laúd,
y pedirme presuroso o amorosa
que levante de entre los muertos.
¡Buscadle un sable a mis manos,
dadme una daga de filo violento,
dadme un beso de madre cobra,
una caricia de tigre en la garganta,
dadme un pasaje al abismo,
un candil entre la pólvora,
dadme algo realmente humano
para cazar al animal mío,
para estrangularle lentamente
toda hipótesis de felicidad.
Dadme una realidad bizarra,
dadme otra esperanza muerta,
otro beso oloroso a navajas
y dejadme la herida abierta.!
Pero no me deis soles opacos,
ni más viñas de amargas uvas,
ni caricias sinceras menguadas,
ni palabras dulces pasajeras
pues deseo una muerte limpia,
una simple muerte calma,
sin llanto de dolor sentido,
simplemente un sueño
largo, profundo, tendido…
¡Hasta aquí llegará mi ruta,
dioses del imponente olvido,
hasta aquí llegará mi rastro,
mi rastro negro y sombrío.!
Quizá mañana recordarán
esta pobre bestia cansada
de encontrar solamente
amadas diosas imposibles:
princesas heladas por miedos
confinado sus sueños bellos
a una cárcel de monedas
a una tumba de recuerdos;
hadas de enceguecedores ojos
dignas de cualquier pleitesía
que no saben ver que su magia
poco a poco enciende la mía;
amores tendidos al sol
insolados de rutina y desprecio,
de caricias frías e insípidas
y olorosas a desespero,
de besos forzados por costumbre
briosos de dolor y destierro…
Algún día comprenderán
hermanos que muerte buscada
es simplemente un pacto,
otro pacto de amor benévolo
con todo lo que soñé
las pocas veces que pude,
y jamás logré por “a” o “be”…

08/01/2006

Existe una esperanza incrustada…

Para Angeli, quizá el nombre que tanto he buscado
Existe una esperanza incrustada
en el fondo de tanta amargura mía,
cuidadosamente camufla,
cuidadosamente escondida…

Si tan sólo encontrara la fuerza
necesaria para invocarla fuerte,
si tan sólo supiese encontrarla
entre esta maraña de púas y alfileres.

Quizá mañana le encuentre un nombre,
para llamarla sigilosamente,
quizá mañana encuentre un canto
para que ella misma vega a buscarme…

Quizá mañana encuentre en los astros
un rostro amigo que me diga su signo,
o en el fondo del subsuelo su raíz
para seguirla a cualquier punto…

Por eso espero como un roble viejo,
erecto y fuerte pese a los golpes del viento,
susurrando canciones de amargura
a sabiendas que la esperanza así madura…

13/01/2006

*Flagelación

Cae rendido un cuerpo empañado entre
lágrimas de gozo, sangre y sudoración.
La cama de piedra se tiñe de rojo
y el cuerpo levanta su decaída voz:
¡Dama amada, flagélame por favor!

Y una bella ninfa, escondida en cuero,
camina despacio hacia el lecho veraz,
extiende su mano, levanta la cara
de aquel que yace en su cama de piedra,
besa sus labios y fugaz vuelo levanta…

Reanuda la escena con látigo en mano
golpeando sin compasión al fulano
que con cara de alegría complacido
sacia sus filias enfermas de dolor
sacia sus filias enfermas de amor…

Y aquel pobre y frío esqueleto atado
a la cabecera de su cuna de piedra
siente en su espalda el más duro látigo
al oír los goznes de bisagras abriendo,
y ver a su Amada partir de él, huyendo…

Suelta sus manos ligeramente atadas,
incorpora su cuerpo, se sienta en la cama,
sujeta su pecho empañado en sangre,
toca sus ojos llenos de certeras lágrimas,
toca sus labios y fugaz levanta el vuelo.

Mañana como hoy y ayer, volverá al lecho,
donde su dama amada azota su espalda,
y sabe a ciencia cierta el porqué volverá,
y no es por el dolor, la sangre o el sexo,
y no es por el sudor, la carne o su beso;

sino por aquel secreto llevado en venas,
el arcano de la Parca que sigue sus pasos,
a sabiendas de que cualquier tortura
es mejor que el metálico, hiriente, cortante
látigo de su Ausencia y de su Muerte…

–Las marcas que llevo en el alma son,
quizás, más profundas que los surcos
de las venas volcánicas de América,
sufro pesares que nadie imaginaria
y sólo la ira de un dios me condenan…

Amores perdidos: Tártaros eternos.
Semen y sudor secos: azufre en calderas.
Besos de despedida: yagas en los ojos.
Deseos perdidos en estrellas fugaces:
puñales certeros para un maniatado …

Universo destiñe su cruenta maniobra
dejado en manos de la radical Vida
el azar que ampara el amor efímero
que sostiene los huesos humanos…
entonces: ¿Qué peor látigo existe?

18/09/2002.

**Cantos mudos innacibles…

El canto de un ogro…
Eslovas para Alejandra…
¿Han oído alguna vez en el repicar de las campanas
una voz lastimera que grita: “Esta es otra infeliz mañana”?
¿Han visto con ojos perplejos dentro de tanta maraña
el reflejo áureo de una lanza que alimenta la campaña?
A veces dentro de tanta sombra y luz camufladas
se es perciben innacibles violencias y caricias,
palabras que tienen a ser filosas como voraces espadas,
domos de carne maltrecha que desean ser raigambre…
Y doblan las campanas como ancianas enfermas
desplegando un polen enfermo y virulento
que poco a poco consumen las fuerzas del cuerpo.
Dentro del destierro de la soledad y la desdicha,
las hadas aún creen en formas bizarras
y los ogros siguen soñando encontrar magias arcanas
para transformar los desiertos en praderas vigorosas.
¡Pobres estúpidos de nosotros los ogros míticos,
algún día comprenderemos que la magia se nos niega
como se nos niegan los laúdes en días de sordera!
Algún día la magia vendrá a visitarnos y le diremos
–Vete de aquí maldita enferma de esperanzas yertas,
hija de ciegos ojos y tactos frívolamente cortados,
hemos renunciado al desconsuelo de la espera,
hemos abordado el barco de la resignación
sin mayor desconsuelo que saberlo todo perdido,
hemos deambulado demasiado por los campos
encontrando únicamente el destierro que sólo
saben acoger los muertos en sus cantos últimos.
Y le hemos dicho a la noche que su negrura es falsa,
que entre las sombras hay luces fugaces escondidas,
que tienden caminos hermosos hacia la muerte,
y que hay oscuridades precisas y lúgubres
que tienden caminos tétricos hacia la vida…
Los sueños son simplemente espejismos
y las sensaciones de amor simplemente distracciones
porque no existe amor real que sepa abrazarnos
porque no existe amor capaz de sernos sincero,
porque no existe amor lumínico que pueda
encendernos entre tanta escoria una vela infinita,
porque no existe amor para un ser estúpido
que lo único que desea hacer es realmente amar…
Y podrán después mirar en los cañones rocosos
algunas formaciones hijas de la erosión de los vientos,
con formas de lágrimas y manos cansadas,
y somos aquellos que hemos amado tanto como podemos
y lo único que recibimos son los soplos del viento.
Y podrán después encontrar en los pantanos
enredaderas con forma de abrazos abiertos,
pequeños lagos cargados del moho del olvido
y somos aquellos que hemos encontrado
en las formas del destierro y de la muerte
la capacidad de amar aún cuando somos
simples hijos del agua, de la espera y la paciencia
que aunque la muerte sabe besarlos abiertamente
seguiremos esperando una poda o un pez pequeño
que les haga sentir que somos más que un capricho,
más que un objeto burdo que por mandato del Azar
sin que a nadie le importe está posado, existiendo…
23/03/2006

Pido...

Conocí un hombre deambulando por el mundo,
sin pedir un Norte...

Conocí una Dama corriendo por la vida,
sin pedir la Muerte...

Conocí un ser lidiando con el Amor,
sin pedir Esperanza...

Conocí un ente revolucionado todo,
sin pedir fusil alguno...

Conocí un poeta cantando adolorido,
sin pedir la pluma...

Y me conocí a mí, golpeado, delirante,
sin pedir Lágrimas...

Y me veo, férrea estatua de acero rojo,
pidiendo la pluma cual fusil...

Y me veo, erguido como roble viejo,
pidiendo lágrimas como Norte...

Y me veo, con la Muerte en hombros
pidiendo sólo Esperanza...

pidiendo solamente un canto vivo,
para revolucionar todo...

16/06/2003

*Soneto Escondido

Son tan insoportables las oscuridades
que habitan en el fondo de mi pecho,
y mi alma no logra encontrar un trecho
que no la condene a infinidades…

Así es que pasan los veranos fugaces
transformando en otoños los placeres,
llenando todos los rostros de antifaces,
disfrazando de monstruos a las mujeres…

Y cae la noche como enferma de olvido,
muriendo de amargura y desespero,
clamando encontrar un dulce nido

donde esconder su alma del abismo,
luchando contra el escarnio postrero
y salvar algo de lo que queda de si mismo…

*Lo dolorosamente bello y cierto...

El amor es una invitación al dolor.
Besar es ayudar a apresurar las lágrimas.
Las caricias se tornan látigos en la ausencia.
El infierno es un sueño al recordar el amor perdido.
Y sientes como las llamas se transforman en
las palmas de las manos de quién,
sin pediros permiso, te robó el alma,
de aquel ser selecto, aquel ser amado.
Y sientes tus espaldas, tu pecho, tu cuerpo,
y lloras y ríes, y cantas y gritas, lloras,
cuando las oleadas de recuerdo inundan tu frente.
¡¿Y qué te importa el resto de enorme mundo,
si en este ligero espacio no sientes su cuerpo?!
y sientes que tu cuello se carcome recordando sus besos,
y sientes como si su lengua te surcara,
como gubia la madera, como buril el cuero.
Y tu boca se hace agua al pensar en el manjar
que para ti fue una noche su cuello, sus senos, su piel,
y te torturan los ojos al imaginarla así, desnuda,
y ríes y lloras, y gritas y cantas, lloras…
y mientras tu cara se inunda de lágrimas,
compruebas lo dolorosamente bello y cierto:
"El amor es una invitación al dolor…
Besar es ayudar a apresurar las lágrimas…
Las caricias se tornan látigos en la ausencia…
El infierno es un sueño al recordar el amor perdido…"
y lloras y ríes, y cantas y gritas, lloras,
y tienes que admitirlo, aunque te duela…

**HACIA EL FINAL...

Resumen de inicios de invierno...
Corrían días normales en el mundo, guerras militarmente terminadas, masacres cotidianas, asaltos, violaciones, lo normal de este mundo categóricamente humano.
Era pues, un común 19 de mayo, con abejones merodeando los aires invernales que ofrecía el anochecer, toda la lluvia se tendía benévola por la tierra que necesitaba algo de esperanza en sus raíces.
Mas, la monotonía de la tarde estaba rota, aquel muchacho estaba sentado en el quicio de la puerta como si hubiese un abismo inmenso a sus pies y estuviese pensando emprender el vuelo.
Tenía a su lado un poemario, lleno de lágrimas y verdades vividas…
Solo en el quicio de la puerta, con un cigarro en la boca, una mirada melancólica, un cenicero cargado hasta los topes, una sonrisa demencial y las altas Damas de la Angustia y la Soledad como celestinas de su pacto de amor con el vacío que imaginaba tendido a sus pies.
Pues bien, pasó toda la tarde sentado en ese escalón moviendo, a veces, su cabeza de arriba a bajo, viendo con ojos atónitos como la corta distancia del suelo a su cara se transformaba en abismo, y la distancia entre su corredor y la casa del frente (la calle) parecía el más ancho río, como un cinturón de meteoros entre dos planetas poco distantes.
Quien pasaba por la calle le miraba extrañado, aquel joven ermitaño del barrio, quien, rodeado por el mundo, siempre pasaba de prisa saludando a quienes no le conocían; desde niño vivió en su casa como si fuese un santuario y, cuando salía, iba a prisa como si no quisiera llegar tarde.
Se le veía con atuendos negros, galas formales como si se casase, pero siempre extraviado dentro de su mundo ajeno al conocido por todos.
Jorge Ernesto León, fue su nombre. Tenía 19 años, mas en su cara reflejaba una soledad tan agónica cual si le hubiera acumulado por siglos enteros, sin dejar escapar una micra, como si ningún soplo de alegría lo hubiese visitado durante toda su vida, pero no era así, sólo él lo sabía, era su secreto.
Quizá se encerró a dormir en un cascarón de acero reforzado, quizá solamente estaba en una esfera de autista, voluntariamente aceptada. Quizá sabía algo que no quería decir, algo exclusivamente para él. Un misterio, creo, eso era lo que llevaba en sus adentros, pues su exterior era marchito pero su interior ocultaba un "no sé qué" que podría cambiar su vida y quizá la nuestra.
Pero al final, estaba ahí sentado en el quicio de la puerta de su casa. Cansado, tal vez, de todo, de todo lo que le rodeaba y le repugnaba.
Abrió su poemario, y como acto triunfal de despedida empezó a recitar, aquel poema reflejo de su sentir, escrito por él hace ya algún tiempo, llamábase Soledades y Tristezas:
Confieso sin apresurar lo que les digo,
sin mentir u ocultar los hechos,
confieso hermanos lo que he vivido,
y el contar de las horas en que he muerto…

para algunos soy oráculo y soporte,
en sus horas de amargura y desconsuelo,
vienen a mí buscando mis locos consejos,
para sus problemas triviales y complejos…

Mas a mí no llega un hombro amigo,
que soporte mis pesares y sufrimiento,
o tal vez en un parque un compañero,
me atiende y se esfuma como el viento…

Solamente sé que mi cama está vacía,
en esta noche de tristeza y amargura.
Sólo sé que si me levanto mañana,
confundiré sus penas con las mías…

Sólo sé compañeros de alegrías,
que hoy no me visitará ninguno.
Pese a esto lo que no atino,
es saber si será mi lecho o mi tumba,
lo que por la noche esté tendido…
Su voz tembló con la última palabra y siguió leyendo, tomo el papel y escribió, al parecer su último poema…
Levantose muy lentamente como con cansancio eterno. Con paso de viejo achacoso se acercó a la puerta de su cuarto abrió la cerradura oxidada y vieja. Tiró el poemario en la mesa. Entró apesumbrado y se echó a dormir. Él no acostumbraba a buscar el sueño tan temprano.
Mientras se dormía empezó a recordar su vida, la que les cuento yo hoy en esta tarde de mayo cercana a la que fue ese día.
Hacia la busqueda de un nacimiento...
Dicen que nació un enero, mas él no lo contaba así.
Me contó su versión de la historia cuando tomábamos unos café con leche, en su taza favorita, sus manos temblaban cuando la sujetaba, sus ojos perdidos de tristeza reflejaban la veracidad de sus palabras.
Como siempre llevaba aquel fólder añejo y amarillento. Él le llamaba su legado. Era su poemario, del que nunca se separaba, para poder citar sus poemas, como citan frases de la Biblia los religiosos buscando reafirmar su fe. Lo usaba muy seguido, cuando así lo creía necesario.
—Sí es cierto —me dijo Jorge. Prosiguió después de darle un gran sorbo a su café—, todos piensan que nací en el primer mes del año, mas no es cierto, si lo vemos a bien, siempre se nace en el primer mes de nuestro año. De diciembre a diciembre no hay variación más que en unos cuantos números. Sí, obviamente las cifras a veces son más fuertes que nosotros, pero hombre, debemos intentar, por lo menos, que no siempre lo sean…
Si nací en Enero o en Mayo o Julio no cambia el hecho de haber nacido, entonces, para qué ponerse en pequeñeces. Sin embargo, si puedo afirmarte, el hecho de salir del vientre en un Enero, no implica que yo, Jorge Ernesto León, naciese ese día, mes, año, segundo o década.
¿Cuántas veces el humano promedio desea la muerte y cuántas veces desea renacer, cuántas veces deseamos hacer eternos los segundos o que las eternidades aparentes se hagan tan sólo micras temporales…?
¿Sabes tú cuántas veces puede morir o nacer un ser humano sin que este nacimiento o esta defunción cambien su edad o le corten el aire para siempre…?
¡Infinidad, hermano, infinidad! —Risueño aseveró mientras dirigía de nuevo la taza a su boca—.
Pero la vida comienza, no sé si con el primer abrazo de un congénere cualquiera, con el primer grito de dolor, con el aflorar de las lágrimas, con el primer beso de amor verdadero o supuestamente verdadero, con el nacimiento de un hijo o hija, con un amanecer cualquiera a lado de una dama, con cada tristeza, con cada alegría, con cada éxtasis.
¿Será que nacemos con cada uno de estos cambios, que sólo le dan nueva energía o cambian de norte la que ya tenemos y llevamos a cuesta —dijo con ese tono de vieja película de suspenso, con ese tono muy propio, el cual contestaba la pregunta totalmente y dejaba regadas nuevas incógnitas frescas—…?
¡Como cuando se carga la batería de un auto, le da nueva energía pero no varía el kilometraje, como… como cuando se caen los frutos frescos de un árbol, se pierde lo que pudo ser muy provechoso pero la vida del árbol continua y del fruto saldrán nuevos tallos…—expresó, con esa voz sarcástica que usaba cuando quería hacer parecer una verdad una completa locura, ejemplificando con ejemplos impensables lo, para él, más que obvio— …!
Pero bueno amigo, la vida y la muerte son tan relativas, igual los nacimientos y las defunciones…
Entonces no me preguntés cuando nací, sino aún más importante es cuántas veces y cómo he nacido…—Sacó de su bolsillo una cajetilla de cigarros, la abrió lentamente como luciéndola, colocó uno en su boca y lo encendió. Le dio un gran suspiro, se detuvo a ver como se quemaba…
Ves, no somos seres inertes, como este cigarro, que tiene sólo dos fechas importantes cuando fue hecho y empacado, y hoy que se consume lentamente con el fuego… Ni como la planta, que sí, está viva, pero lo único que le pudo importar sería cuando fue plantada, cuando fue cosechada y cuando fue cortada o se marchita…
Y sé, nadie puede contestar a ciencia cierta cuantas veces ha nacido, muerto y vuelto a renacer, ni cuando fue cada uno de estos hechos. Ni cuanto tiempo se duró como muerto caminando por estos lares esperando la resurrección de algo esa parte perdida. Ni cuanto duró la agonía, ni cuanto duró el parto; pero algunos partos y funerales son inolvidables, y en su presencia se enfatiza la necesidad de seguir respirando, aunque uno se sienta muerto —unas lágrimas se escurrían por su cara, él, no hizo, como muchos, ademanes para ocultarlas, más bien, las mostraba con gran felicidad—…
Pues bien hermano, tú conoces casi todo de mí, pero sé que tienes dudas a cerca mi paso sobre este mundo que, a mi visión, se tiende como un gran oleaje de mierda pestilente acosando los jardines —recordé entonces que cuando el sentimiento lo embargaba, generalmente, sacaba a colación todos esos términos soeces, que le servían para dar confianza a quien escuchaba—.
—Con su voz satírica expresó— Considérame un libro abierto, como si fueses Freud haciéndome un psicoanálisis, imaginá que estoy acostado en un sofá, que no te veo la cara y querés preguntarme si pringo la tasa cuando orino… No le hagas el juego a las lágrimas que lloro, no vez que como dijo el poeta: "tengo alegre la tristeza , y triste el vino…"
Y como dijo Pedro Guerra: "pasa entra y piensa que hay quien duda como tú, pero no tiene más canción que la que sabe, la canta y si no la sabe tararea…" —haciendo alarde de su facilidad para aprender las frases de quién fuera, cuando le llamaban la atención y, como siempre, haciendo uso de ellas para, hasta cierto punto, hacer que uno se sintiera en confianza, y por otro lado obligándome a seguir adelante. Sabía bien que sería usual escuchar en él voces de otros, quienes apoyaban sus ideas o las habían formado meticulosamente—…
—Está bien Jorge, supongamos que esto es un psicoanálisis, aunque ya sabés, me identifico más con Pablov —le dije, siguiéndole hacia ese punto, al cual no sabía si quería llegar—
Cuéntame pues, lo que hoy quieres que yo escuche, en especial si creés que yo no lo quiero escuchar…
Adelante hermano, soy todo oídos, a tus palabras, pese a que sé que pueden ser más hirientes de lo que imagino…
—Empecemos con el Inicio mi Sigmund, deja que te lea un poema mío, quizá aclare un poco. —Buscó un poco entre su poemario y de pronto lo encontró, empezó a recitarlo sin más—
Se llama El Problema —dijo—, está como dirigido a un confidente, más preciso no podría ser:

Mi gran problema comenzó
desde aquel día tibio Señor,
en que a abrir los ojos me decidí,
al hacerlo sólo sentí la sangre
circulando por mi cuerpo como
aquello con lo que embalsaman
a un frío y sonriente muerto.

No sé bien qué milagro ocurrió
para que tomara la decisión,
ni siquiera sé si fue un milagro
o fue la más cruel maldición;
sólo sé que ese es mi problema,
mi único obstáculo para estar
completamente en paz, ¡en paz!...

Del amor no tengo más que
profundos surcos, gruesas zanjas.
De los amigos, que fueron pocos,
sólo me quedan unos cuantos,
sólo unos cuantos recuerditos,
que atesoro como gemas preciosas,
en el fondo de mi alma…

De las mujeres en sí, sudor,
sólo sudor y lágrimas, algo de risas,
algunos besos profundos que
para lo único que sirvieron fue
para amarrarme al desastre,
y hundirme más en la pena honda
que viene cuando acaba el placer…

De los cuervos del amanecer,
quizás, un rostro nuevo al cual,
deberé enfrentar encarnizadamente…
pero mi lucha suena inútil,
pues estoy sólo contra mil dioses,
y la humana razón no me apoya,
pues no entienden mis razones…

Hoy el sol cae como un plomo,
y la lluvia tenue cubre mi cara,
y la fogata se hace humo, se extingue.
Mi alma está cansada y triste, se extingue.
Con la lluvia se lavan mis lágrimas
y como agua se van al agua, se pierden,
y el humo se va al aire, se pierde...

Pero no sé adonde debo de ir ahora,
ni siquiera tengo hechas las maletas,
pero no tengo nada que sea mío,
para poder llenar mis alforjas,
por eso veo que estoy solo desde siempre,
por lo que parto al feliz viaje,
del que sólo regresa el eterno Caronte…

—Ya vez, hermano, qué te parece —me dijo alegre Jorge, dándole un fuerte suspiro a su cigarro—…
—Suena muy interesante, soy todo oídos…
El inicio de la historia, si se le puede llamar así...
Sabés Gustavo, no sé por donde empezar, creo que deberé iniciar por el comienzo de mi vida natural…
Dicen, pues no me consta, que llegué físicamente a este mundo un día a finales de enero, en una casa pobre, sin mucho que comer, pero con dos hermanos más con los cuales compartir. Mi molde era curioso. Gordo, pese a la poca comida. Risueño pese a las pesadumbres que se tendían a mis pies sin que yo, un bebé entonces, pudiese tan siquiera medirlas. Pero bueno, nací ya después de eso que podía hacer más intentar ser feliz, y ser yo, aquel estrictamente hijo de mis padres, dueño de mis futuros miedos y defraudaciones —probaba lentamente su café después de cada frase, como dándole un aire de misterio a sus palabras—…
Muchos años después nací realmente cuando al abrir mis ojos supe que estaba vivo.
Fue más susto que sorpresa, te lo digo en confianza. Pero bueno ya estaba aquí, digamos en un papel consciente. El ambiente familiar no era ni el deseado ni el idóneo, pero bueno poco a poco aprendí a superarlo.
Aprendí desde niño a darle un gran lugar a los sueños dentro del alma, pero vi que muchos sueños, por mejor plantados, no dan frutos, sólo espinas.
Morí muchas veces, pero siempre encontré alguna razón, por estúpida que ahora me parezca, para renacer, volver a la vida aunque generalmente siempre volvía a morir, muchas veces por la misma causa.
Aprendí a ver que no debía preocuparme por lo que muchos llaman familia, Blades decía: "…los amigos son la familia que uno encuentra con los años…", y hoy creo que tenía razón, mírate a ti, quien para los que habitan en mi casa eres una mala influencia, para mí eres un verdadero hermano.
Perdí mucho durante mi viaje: esperanza, fuerza, amor, deseos, sueños, vidas, muertes, Todos, Vacíos, Nadas, amigos, rivales, musas, copas de vino, lágrimas… ¿Qué no llegamos a perder y a llorar en algún momento de nuestras vidas…?
Pero logré llegar hasta aquí, solo, apesumbrado, golpeado, casi delirante; pero llegué.
Ves esto, —como en un juego sádico veía la ceniza del cigarro, sin vaciarla en los ceniceros— es como el consumir de la vida física, sólo van quedando en cenizas lo que fue en realidad. Si analizás bien la ceniza encontrarás más que ceniza, verás, mírala bien, lo que era un cigarro abarrotado de tabaco seco, cubierto de una superficie sólida de papel liso, ahora es un cúmulo polvo gris lleno de arrugas, zanjas diminutas, hoyos, ahora tiene relieve, pero si soplas —dio un soplo profundo—, lo único que queda donde estaba el polvo es la Nada y, delimitada entre la Nada y lo que resta del cigarro, la brasa, quien consume lentamente al cigarrillo.
Ahora hay, hasta cierto punto, un cigarro entero, lo existente es sólo, brasa y tabaco, no hay ceniza, como la vida, se desgasta. Si botamos las cenizas, sería como empezar a quemarse de nuevo, lo único que se puede hacer para no ser consumido lentamente con la ayuda de la brisa es apagar la llama…
Volviendo al tema, mi historia, no sé si puedo llamarle a esto inicio, no sé si más bien es el prólogo del final, pero es lo que puedo contar a puerta abierta: el cómo me ha modificado la Historia, y qué ha pasado en mis muertes para llegar a este punto.
Sabes que es un Olmo, es un árbol muy especial, nunca hay que pedirles peras… Escucha esto es un resumen curioso, titulado Saga de un Olmo:

Hoy redacto una historia ocurrida,
no sé si hace segundos o milenios,
y sé que hoy forma parte tan sólo,
de un cúmulo de recuerdos viejos…

Le hablan en pasado los Verbos,
y convencen y condicionan su mente,
de que no podrá cambiar su ruta,
si no es de la mano de la muerte…

Surgió de una semilla perdida,
entre sombras de destierro y pena,
germinó un Enero cualquiera,
sin pensar en lo solo devenía…

Creció rápida y lentamente,
torcido por los golpes del viento,
solo en un bosque de pinos,
el único olmo del bosque, el distinto…

Y fueron suficientes las hogueras
que circulaban su tronco en primavera,
para secar sus delicadas raíces,
que se hicieron duras como piedras…

Pero no importaron las sequías,
ni los tortuosos verano, ni las tormentas,
siempre daba vivas sus flores,
sin importar lo que pasaba en la pradera…

Un día entre los cardos a sus pies tendidos,
surgió una pasiva violeta…
una violeta que embrujó al pobre olmo,
y ella se marchitó terminada la primavera…

Y el olmo desesperado por su ausencia,
dejó de nutrir sus flores bajas,
para nutrir su bella flor ya muerta,
y los cardos ríen mientras él se seca…

Desde aquel día nacen flores ahí,
donde fugaz habitó su pacífica violeta,
pero el tiempo las marchita precozmente,
o un pájaro o la hoz las cortan de repente…

Y el olmo desesperado por su ausencia,
deja de nutrir sus flores bellas,
para nutrir aquellas bellas flores ya muertas,
y los cardos ríen mientras él se seca…

Hoy los cardos inundan la pradera,
y sus espinas se tienden como una marea,
pues, han absorbido lo que el olmo dio
para nutrir las flores del suelo muertas…

Y hoy está ahí después de tantos siglos,
sin una de sus flores propias abiertas,
y únicamente en pie por sus raíces,
de roca pero siempre escuetas…

Y hoy el rocío es sangre yerma
sobre sus hojas apuñadas en el suelo,
y sabe que está a punto de no ser más
que un olmo en pie, un olmo seco…

En el mañana encontrarás en él
un nido de lechuzas y murciélagos,
lo verás lleno de vida foránea,
pero él, seco, frío, muerto y hueco…

—No interrumpió en ningún momento su oratoria, como si fuese parte del mismo poema hechose a hablar— Puedo hablarte de mis amoríos, de esa amargura, esa palabra tan pesada que siempre empieza con el verbo "amar".
Y de esos adiós, que nunca quise decir, pero gracias a ellos aprendí a amar o a llorar de un modo más fuerte.
Puedo contarte de los sueños, que se han truncado o los que han dado frutos.
Puedo contarte muchas cosas, pero… pero primero vamos por otra taza de café…

Del amor y otras cadenas y liberaciones...
Minutos después, regresó con otra taza de café, y con un cigarro en su boca que fumamos juntos.
De nuevo frente a frente, viéndonos directamente a los ojos, continuó con su relato, sin perder el hilo ni dudar de lo que había aclarado anteriormente, que ha vivido muchas muertes y muchos nacimientos, sin embargo, algunos lo habían marcado más que otros…
—Bueno hermano, la vida sigue, pero empecemos a hablar un poco de esas muertes, de ésas, las más dolorosas, que te elevan rápidamente y te dejan caer de golpe…
Sí, los renaceres y funerales de los amores humanos —dijo esto con un tono de catedrático ebrio—.
Muchas musas han abordado este espacio, muchas se han clavado muy al fondo, en lo profundo del alma…
Yo era un joven precoz, por muchos golpes que había llevado en otras vidas, pero era el peor ser del mundo, lo admito —aseverándolo con una culpa que se sentía viva en su voz—, andaba de dama en dama como el colibrí de flor en flor. Sí, no hagas caras raras, soy oxidado y desmoldado por fuera, pero tengo aún aquel arpón infalible que me ayudó a saciar mis filias más enfermas: mi lengua.
¿Qué dama, en su sana inocencia, podría imaginar que todas aquellas palabras bellas, provenían de un ser tan enfermo y corrupto, como yo era…? ¡Tantas palabras dulces, tantas historias mágicas, tantas utopías trazadas ante sus ojos, tantas, pero tantas mentiras —como palabras de repudio—, que creían, soñando, en la existencia de un caballero andante, quien tocaría su puerta montado en su corcel blanco…!
Yo no era, ni soy, un mozo deseable, pero, con unas cuantas palabras bien plantadas, ellas se olvidaban de lo físico y buscaban un yo, que vivía en mis adentros, soñando ser liberado, mas estaba fuertemente atado por aquellos esbirros misóginos, creados por mi pasado.
Pero yo, realmente deseaba ser liberado, que alguien soltara mis amarras. Muy en el fondo el yo mentiroso, ocultaba una ansia enorme de dejar de serlo, de emancipar a ese poeta loco que inspiraba todos los versos, deseando creer realmente que estaba amando y era correspondido.
Algún tiempo fingí que era normal encerrar en mí ese deseo férreo de amar con pasión, pero siempre ha de existir un ángel que suba del mismísimo infierno para acabar con esos dramas.
Ella llegó un día normal e imprevisto, sin realmente alertarme del futuro prominente y duro que se dejaba caer sobre nuestros hombros maltrechos.
¿Cómo saber que esa bella mujer sería la luz que me guiaría al abismo…?, y no lo digo a mal, fue un dulce abismo…
"¿Qué hora es…?", fue lo único que le pregunté, cuando vi estaba hablando con ella de temas tan profundamente llanos como: psicología humano, el carácter social de las conductas animales y sus comparaciones con las conductas humanas, los Diálogos de Platón, Maquiavelo, Héroes del Silencio, Rubén Dario, Jorge de Bravo, la Educación, Filosofía clásica, no sé cuantos otros temas…
El punto es, hermano, que nunca en mi vida había estado con un ser tan interesante, tan profundo, tan meditabundo, tan analítico. Su nombre es Roxán. La búsqueda concluyó, encontré como quién dice un alma perfecta…
Pero yo tenía catorce y ella diecinueve, un abismo dentro de los parangones sociales, mas no me importaba, ni a ella. Dejé botados unos encuentros amorosos para ese día previstos, caminé con ella hasta su destino, pese a la lluvia, pese al frío, pese a todo.
El causó un extraño sentimiento el dejarla en la puerta de su casa, en especial cuando me preguntó donde vivía y le confesé que había caminado con ella más de diez kilómetros lejos de mi destino. Sólo pude decirle la verdad: "Mira, en verdad de verdades vivo lejos de aquí, pero viéndolo bien, creo ampliamente en el disfrute obtenido en estas casi tres horas de plática. Espero verte luego, que te vaya bonito… no te perdás, ya sabes donde encontrarme si así lo quieres…"
Ella por su parte me dijo una frase, la cual después de tantos golpes sigue dentro de mi lista de frases célebres: "¡las Parcas sean benévolas contigo y tu linaje. Hasta siempre…!"
Poco a poco, empezamos a ser más que amigos. Aceptó mis fallas, supo comprender un pasado tan negro como el fondo de la noche de luna nueva, siendo este pasado el que generaba mi actitud misógina. Una vez superado el trauma, todo cambió de tono y mis primeras prosas y versos escritos fueron para ella.
Bastante me regañó cuando supo mi costumbre mundana de quemar cuanta letra escribía, y me hizo jurarle, en su nombre, que ya jamás quemaría una letra escrita con voz de musa.
Aprendí mucho, aprendimos juntos, ambos gozamos cada segundo.
Y qué te puedo decir, fueron los dos mejores años de mi vida, llenos de todo lo más bello de este reino, pero como siempre la dicha debe acabar en su etapa máxima.
El destino nos separó de la manera más cruel, su futuro, su sueño profesional le extendía una oportunidad única e irrepetible, pero muy lejos de nuestro lecho. No pude, no tuve el valor para detenerla. La amaba, era su sueño, quizá las Morias sabían lo que hacían. Tal vez Destino nos reuniría de nuevo y no daría paso a una nueva separación.
Sólo pude decirle unos últimos versos, que te leo ahora —sólo le tomó unos segundos encontrar lo que buscaba—:

LA MADERA GRITA UN NOMBRE...
La madera grita un nombre
que repica en mi cerebro,
de tu ausencia y de ti
sólo una cosa puedo decir,
por más que yo quiera
tú no estás aquí…
El recuerdo está pariendo
una bellísima ilusión,
tu rostro, y se parte el corazón...
La almohada es mi refugio,
la uso para recostar mis penas,
ahí también desenfundan
los recuerdos y el pasado,
mientras las lágrimas la inundan…
tenaces puñales se aventuran
a luchar contra el recuerdo,
pero por más que blasfeme
¿Quién me sacará tu recuerdo…?

Pero fue así. Tiempo después las ilusiones se esfumaron, ella, excusando el deseo de volver a mi lado, buscó otra vida consagrada de amarras, lejana indómitamente de la mía, otro hombre y una hija…
Y la agonía fue lenta, a paso de gnomón ántico, y es que si lo vemos bien las velocidad de la luz se hace eterna cuando tiene que viajar de un lugar a otro del cosmos… —Unas lágrimas cubrieron nuestros rostros. La tristeza en el ambiente llenó de melancolía nuestras caras. Tal pareciera que las gotas bajaban al unísono, como un reflejo en un río cristalino.
Y sí Gustavo, —dijo, dándole un gran sorbo al café, como tomando valor para lo que seguía— aún la amo, aún la sueño, aún es uno de mis amores infinitos… —Hizo mutis por unos segundos, aspiró lentamente los últimos suspiros del cigarrillo, respiró profundo, como intentando hasta cierto punto que el silencio se hiciera eterno y no decir una palabra más, agachó su cabeza y continuó…
Pero hubieron otras quizá más importantes que ella, que llenaron el vacío de una manera más especial, pues no se semejaban a Roxán, todas y cada una era única como cada copo de nieve en la ventisca invernal.
La diosa troyana —con un gran suspiro—, fue la primera que logró sacar de mi cabeza y mi alma el fantasma que ocultaba, el mío, el que había escondido ahí para no volverme a enamorar. Supo llegar, supo entrar, me limpió, sacudió cada micra de polvo, me quitó el óxido. Renací.
Sin embargo —dijo mientras abría de nuevo su poemario, dejándose leer, casi sin hacerlo, como si muy al fondo lo supiese de memoria—…

Cual leve y fría daga
el enojo abordó mi sonrisa,
será que un sueño se draga,
o será que desperté en agonía;

Viento, Luz, Vida ¿qué se hicieron?
Amor, Sentimientos ¡¿Dónde están?!
por el momento sólo hay hielo,
hielo pues tú ya no estás…

Hielo pues la culpa me embarga
culpa de no saber ¿ por qué?
se esfumó tu cálida mirada
deseando quizás no volver...

¡Adiós! querida ilusión,
¡adiós! pues ya no te veré,
o quizá nos veremos de nuevo
pero tendré que dejarte otra vez;

¡Adiós! ¡Adiós! gran amor,
esfúmate, desvanécete,
como siempre, por siempre,
pues cuando te tengo huyes fugaz.

No pido más sueños ni amores,
pido solamente paz y quietud,
quizás una rosa blanca,
cada mes sobre mi ataúd.

¡Qué toquen los laúdes!
¡Qué el pueblo se funda de pasión!
¡Hoy una daga está clavada,
en lo más profundo de un corazón!

Como ves mi torpeza me hizo perderla. Delirante y agónico estaba cuando ella decidió partir.
—Bueno hombre, no hay remedio, disfrutaste con ella el tiempo, pudo ser corto pero fuiste feliz, eso es lo que cuenta. —le dije a modo de consuelo
—No Gustavo, hace poco tiempo otra musa apareció, misteriosa, fría, amorosa, radiante una luz indescriptible, sólo Hebe y Eros pudieron vertir en ella esos ojos felinamente fijos. Pero siempre la historia se confabula para mi desdicha, quizá sea el castigo merecido por haber hecho tanto daño en mis vidas anteriores a estas.
Fue Miedo, un dios más potente que cualquier sentimiento humano, quién no dejó trazar más que sueños con ella, "porque (como me dijiste tú hace poco tiempo), a veces el miedo a lo que sea es el único obstáculo"…
Les he escrito a todas cientos de poemas, tantos que es imposible leerlos todos, pero hay uno que resume a bien, lo que ocurre en mi mente sobre esas damas indómitas que llegan y se van como las olas de la mar…
Se llama: "Lo dolorosamente bello y cierto…", está dedicado a ella, como el último delirio de amor imposible, de esos en los que te disculpas pero no te arrepientes, en los que lloras abiertamente el oxido de un alma. Ella es mi diosa perfecta. El ser que más he amado por el momento, es única y por más que luche, es muy probable, nunca será mía.
Sólo te aclaro: entre ella y yo sólo mediaron un par de besos, todo lo demás forma parte del sueño.
Bueno, bueno, vamos con lo del poema, y dice:

El amor es una invitación al dolor.
Besar es ayudar a apresurar las lágrimas.
Las caricias se tornan látigos en la ausencia.
El infierno es un sueño al recordar el amor perdido.
Y sientes como las llamas se transforman en
las palmas de las manos de quién,
sin pediros permiso, te robó el alma,
de aquel ser selecto, aquel ser amado.
Y sientes tus espaldas, tu pecho, tu cuerpo,
y lloras y ríes, y cantas y gritas, lloras,
cuando las oleadas de recuerdo inundan tu frente.
¡¿Y qué te importa el resto de enorme mundo,
si en este ligero espacio no sientes su cuerpo?!
y sientes que tu cuello se carcome recordando sus besos,
y sientes como si su lengua te surcara,
como gubia la madera, como buril el cuero.
Y tu boca se hace agua al pensar en el manjar
que para ti fue una noche su cuello, sus senos, su piel,
y te torturan los ojos al imaginarla así, desnuda,
y ríes y lloras, y gritas y cantas, lloras…
y mientras tu cara se inunda de lágrimas,
compruebas lo dolorosamente bello y cierto:
"El amor es una invitación al dolor…
Besar es ayudar a apresurar las lágrimas…
Las caricias se tornan látigos en la ausencia…
El infierno es un sueño al recordar el amor perdido…"
y lloras y ríes, y cantas y gritas, lloras,
y tienes que admitirlo, aunque te duela…

—Suspiró profundamente. Cerró sus ojos para dejar caer dos lágrimas. Tomó aire de nuevo, secó sus mejillas, y prosiguió—
Además, hubieron y siguen habiendo Hadas Blancas, que de una u otra forma me ayudan a renacer tras los golpes.
Pero es un arma de doble filo, y es algo que todos nosotros sabemos, no hay escalera desde el foso que no se quiebre al ascender por ella. Siempre, es inevitable, siempre se cae mucho más en lo profundo de la fosa. Y es aquí donde piensas: ¡ya, por fin el descanso eterno llegó!; y no es así. Sonámbulo y ebrio de esperanzas escuchas esa voz de mujer que te dice: "Imbécil, levántate y anda…"
Qué te puedo decir, el ser humano siempre llorará por una oportunidad de llorar. Generalmente, aunque el corazón se tienda insensible ya, os levantáis, y sigues deambulando como un demente por los senderos que ya caminaste y que sólo te mostraban espinas agudas cual agujas —Con lágrimas en sus ojos reafinaba ese precepto tan real y cabalístico, mismo que se ve reflejado como un acto normal de la conducta humana—.
Pero caminamos ya qué más. Quizá sabemos sin dudas lo que ocurrirá después, como al ver una segunda parte de la película de terror favorita: "siempre es el misma función, el mismo espectador, el mismo teatro en el que tantas veces actuó", decían los Héroes del Silencio, y así es, pero, como simples y llanos ignaros deseamos con todo el entusiasmo que, por una vez, cambie el diálogo y al final de la obra, por una vez, haya un final feliz…
Perdona, te debo estar aburriendo con estos pasajes tristes, más de que puedo hablarte, "mi Sigmund Freud", si esto es lo ocurrido, lo vivido, lo llorado, todos los versos de amor imposiblemente duros y bellos.
—Sólo pude expresar, con un gesto de consuelo y entendimiento, pidiéndole que continuase, no sabía porqué pero me sentía altamente identificado con su relato. De pronto afirmó…
—Sabes qué, estoy melancólico, bien se ve en mis ojos empañados… ¿Quieres otra taza? —afirmé con la cabeza—… bueno vamos por ella…
El morir de las musas...
Minutos después, en esta tarde que poco a poco se acortaba, sin que hubiésemos sentido el pasar de una sola hora, llegamos al punto más duro del relato. Empezó con una risa irónica característica en su cara siempre que se acercaba la mejor o peor parte…
—Tavo, sabés qué es lo mejor de perder el amor y sentirse fuertemente encadenado por ese dolor metálico, esos látigos del pasado que nos condenan a un sufrimiento eterno…
Sabés, la más grande ventaja de sufrir abiertamente es la pluma. Juraría que cada gota de tinta que he usado, en su suma, no igualarían las lágrimas que he derramado sobre el papel. Por eso cada palabra fue un llanto vivo, cada verso que escribo es más que una agonía larga y pesada. Cada frase da un grado de descanso al alma…
Pero lo peor de todo es cuando las musas mueren. Cuando ya ni el dolor inspira.
Vieras que horrible es ver el dolor como una parte, como un órgano de tu cuerpo, que se agranda como un cáncer negro. Es bello. Es altamente bello. Pero duele que ya no cualquier dolor logre conmoverte, dolerte, inspirarte. Es como una droga cada vez necesitas más dolor para poder escribir, y más y más…
Hasta que llegas a vivir buscándolo en los basureros, en las flores marchitas, en cada hecho de la vida, en Todo, en el Todo que se tiende como un dios misántropo, vengativo y furiosamente crudo. Justamente ese Todo es lo que sostiene nuestras débiles esperanzas.
Las esperanzas se esfuma poco a poco, el sentido del existir vacila entre un vicio y otro, cada cual con su locura, cada cual con sus muertes y sus repetitivos partos…
Aquí estamos hoy, en medio de una vida que ya no es vida…
Aquí estamos y que más podemos hacer, la muerte no favorece a quién la desea, pero espera un poco y verás que cuando la felicidad toque a tu puerta o te la arrebata o te mata…
Ese es el camino de desesperanza que nos enseñan a vivir, pero no es tan así…
Las musas van muriendo al darse cuenta de toda escoria que cubre nuestros hombros. Pero algo bueno queda, el hecho tácitamente evidente del renacer de los sueños, con ellos nuevas musas y nuevas muertes.
No sé si entiendes la importancia de ellas en mi existir, mira desde todo tiempo he dicho que: —dijo de memoria un poema que después encontré en su poemario—:

Mi prosa es arcana, sencilla y disoluta,
pero para mi alma es la gruta
donde se guarda lo trasmutado
(es el espacio infinito de todo lo terminado)…
Todas las absurdas ideas que he acumulado
forjaron un destino, un hoy y un pasado
y sé que tal vez sea el único que las disfruta,
pero en esta breve y extraña ruta
para cualquier alma que busque la cura,
a esto, la vida (la veo más como piedra dura)
verá mi prosa como un diamante el bruto,
que tallará un arcano, sencillo y disoluto…

—Lavó las lágrimas de su cara y prendió otro cigarrillo, se levantó y dejó de lado su poemario, lo tiró sobre la mesa, entró a su cuarto…
Hacia el Final...
Regresó pocos minutos después, con una cara seria, como si hubiese decidido suicidarse, sólo le pude decir un "¿estás bien?" y un "¿qué vas a hacer?", al que contestó verosímilmente…
—¡¿Qué puede hacer un pobre mortal en este mundo, más que vivir esperando la muerte…?!
¡Tengo 19 años, pero son como 19 siglos de lamentos expresados es un alto numero de poemas, los tengo aquí a mi lado siempre, siempre cuando hablo del dolor lo llamo por su nombre, del amor por su signo (aunque, decía Silvio: "nadie sabe que signo lleva el amor"), del frío por su ausencia, del sueño por su nombre casi siempre de mujer, de la Libertad como madre augusta, como hija perdida hace ya muchos siglos, a la igualdad como a ese canto de primitivos seres que le perdieron por codicia, del Todo como el ogro que es, del Vacío por su totalidad infinita…!
Siempre que he hablado en este mundo solamente he conseguido un puñado de Vacío, como un Todo negro que se impone, haciendo éste del silencio un concierto de cuerdas indescriptible.
Me siento preso en un cuerpo no escogido por mi alma, enjaulada en la ridícula razón humano.
Soy como aquel lobo apartado de la jauría, cazador innato de sueños propios, sin querer luchar por algo más de lo necesario, mientras otros se matan entre sí por trivialidades.
Como aquel elfo que ve partir a sus musas y hadas a punto inalcanzables hasta para sus flechas perfectamente certeras.
Como un caer de nieve en el desierto, bañaría de gloria a todos los beduinos pero al final, deshecha, sería absorbida por la arena para perderse en el recuerdo.
Como el sol de Media Noche de las zonas polares, únicos en el mundo, pero a nadie le interesan, como los pingüinos de las Galápagos, los grandes sobrevivientes, mas nadie saben de su existencia.
Me siento desnudo y solo, estoy muerto esperando un renacer que no quiero ver llegar. Soy aquel derviche del Neguev, que vive en su rincón entre su miseria siendo el ser más feliz del mundo, esperando la mano de las Parcas con aires prósperos, sabiendo bien lo que sucederá si llega la opulencia, perderá la libertad que solamente puede dar la pobreza…
Pero al final estoy solo, qué más puedo hacer. Por más esfuerzo amigo, solamente nos separa un cristal de dudas; nadie sabe quién es el reflejo de espejo, nadie sabe cual lado del reflejo es de verdad.
La ira que expreso, no es contra ti, sino contra el existir nuestro, contra el pequeño hilo de sapiencia entrometido entre nosotros, formando una muralla más imponente que la misma Muralla China, es un Muro de Berlín, empero, nadie puede derribarlo, ni siquiera se atreven a intentarlo…
Nosotros siempre nos hemos hablado como iguales, he sido tu paño de lágrimas, aquel que perfiló su vida para saciar tus dolores y que vivieras en paz, hermano yo he vivido con tu vida hace muchos siglos, como un parásito he sido, pero más que daño te he dado paz, sin embargo, los papeles se han enredado, hoy día los dos estamos vivos, nadie puede a ciencia cierta decir cual es el reflejo y cual es el humano…
Sin embargo, tal vez algún modo hay de saber quién es el dueño de la vida y quién es sólo un reflejo obtuso y deforme del que realmente ha vivido durante estos infinitos siglos.
—Acudí asustado a sus súplicas de respuesta, pero no pude tan siquiera expresar una palabra, todo se tendía generando una confusión eminente y poderosa…—
Hermano —tomando el cigarro en su mano—, estoy enfermo, de algo que médicamente no tiene cura, tengo un vacío entre los huesos que se expande, como un cáncer terminal en el alma, y no hay nada que pueda detener el proceso, el paso que camina hacia la fosa, lento y tortuoso que nadie, ni un dios puede detenerlo: una cuenta regresiva hacia el final…
Toma mi palabra, retira el espejo de la mesa y deja que muera en paz…
—No soporté más la plática, quebré el espejo contra el suelo.
Cuando volví mi mirada hacia el suelo, vi como se desfiguraba el rostro de Jorge, y todo tomó un nuevo sentido.
Resumen de Muertes y renacimientos Invernales...
Pues ya saben, corrían días normales en el mundo, guerras militarmente terminadas, masacres cotidianas, asaltos, violaciones, lo normal de este mundo categóricamente humano.
Era pues, un común 19 de mayo, con abejones merodeando los aires invernales que ofrecía el anochecer. Toda la lluvia se tendía benévola por la tierra que necesitaba algo de esperanza en sus raíces.
Mas, la monotonía de la tarde estaba rota, aquel muchacho estaba sentado en el quicio de la puerta como si hubiese un abismo inmenso a sus pies y estuviese pensando emprender el vuelo, yo sólo podía verlo desde mi lado del reflejo…
Solos en el quicio de la puerta, con un cigarro en cada boca, miradas melancólicas, un cenicero cargado hasta los topes, sonrisas demenciales y las altas Damas de la Angustia y la Soledad como celestinas de nuestro pacto de amor con el vacío que Jorge imaginaba tendido a nuestros pies.
Teníamos su poemario, lleno de lágrimas y verdades vividas…
Quien pasaba por la calle nos miraba extrañado, aquel joven ermitaño del barrio, quien rodeado del mundo siempre pasaba de prisa saludando a los que no le conocían, pues desde niño vivió en su casa como si fuese un santuario y, cuando salía, iba a prisa como si no quisiera llegar tarde. Yo lo veía desde mi mundo, ajeno de lo que podría pasar.
Se nos veía con atuendos negros, galas de formales como si fuéramos a una boda, pero siempre extraviados dentro de un mundo ajeno al conocido por todos.
Jorge Ernesto León, mi único amigo fiel sobre la faz de este mundo, su cara reflejaba una soledad tan agónica cual si la hubiera acumulado por siglos enteros, sin dejar escapar una micra, sólo él lo sabía, qué le deparaba el futuro; yo, Gustavo, quién fuera una parte indispensable en su vida apenas lo sospechaba.
Quizá lo encerré a dormir en un cascarón de acero reforzado, quizá en una esfera de autista aceptada. Quizá sabía algo que no quería decir, algo exclusivamente para mí. Un misterio, creo, eso era lo que llevaba en sus adentros, su interior ocultaba un no sé qué el cual podría cambiar la vida nuestra.
Abrió su poemario, y como acto triunfal de despedida empezó a recitar, aquel poema que reflejaba su sentir, escrito por el mismo hace ya algún tiempo, llamado Soledades y Tristezas…
Su voz tembló con la última palabra y siguió leyendo. Tomó el papel y escribió, al parecer su último poema.
Sujetó fuertemente su poemario entre sus manos, como tomando valor para lo que iba a hacer, lo dejó al lado de la mesa.
Junto al poema encontré una nota de despedida, como aquel suicida que da razones para excusar su cobarde decisión, mas este no era el caso, Jorge nunca fue cobarde, por el contrario, siempre daba vivas sus flores sin importar lo que ocurría en la pradera. Empero, Jorge y yo habíamos tomado un camino diferente, él corriendo por su parte y yo quedándome estático en este mundo, viendo el entorno como si lo viese Jorge, su nota decía:
"Hermano amado, Gustavo:
Me despido del mundo que se ha tendido a nuestros pies, estoy harto de ser un ente esclavizado en un cuerpo humano, deseo ser libre, ya no puedo más, ahora te tocará llevarme, no como un reflejo al que le hablas sin caer en la demencia extrema o la cordura, como una parte de tu alma, es hora de que afrontes la vida sin necesidad de mí…"
Por otro lado, su poema póstumo se leía:

METAMORFOSIS

¿Qué quedará en este mundo tras mi muerte?,
más que lo que había y lo que habrá, todo,
y busco la siguiente razón para no partir,
y la busco, pero jamás la encuentro,
no sé alguien llorará mi partida,
no sé si alguien notará mi ausencia,
sólo sé que en estos parajes estoy solo,
y que no me quejo de ser el único en mi raza,
pues todos mis semejantes son sólo humanos,
yo soy un animal más que piensa por instinto,
que defiende como un tigre su territorio,
que ríe a carcajadas como una hiena,
y solo como un lobo extraviado acudirá feliz,
al destino que en la fría noche le aguarde,
y si llega la muerte el besaré los ojos,
y si llega el día maldeciré mi suerte.
Confieso a mis hermanos humanos,
que confuso me siento entre ustedes,
pues no descubro los raros motivos,
por los que sus almas y caras cubren de velos,
no entiendo por qué atacan en jaurías,
a los que en algo difieren de vosotros,
y es por eso que renuncio hoy a mis carnes,
demacradas por sus puñales certeros,
y entre los altos pinos del helado bosque,
y entre los corales ambarinos de océano,
y los cactus y arenas de los desiertos,
me vestiré de aire y llenaré los pulmones,
de los normales animales que corren,
sin importar que nada calza sus pies,
sin ver más allá de un dorado horizonte,
y cambiaré mis carnes por manchas y colores,
por alas, garras, sueños y grandes pasiones,
y conservaré lo realmente importante,
mis falacias, mis metas, recuerdos, temores,
no sé alguien llorará mi partida,
no sé si alguien notará mi ausencia,
pero yo seré parte de este pequeño Todo,
que sin que lo noten, los abraza y los rodea…

Pero al final, ya no estaba ahí, sentado en el quicio de la puerta de su casa. Salió a caminar en su última ruta, cansado, tal vez, de todo, de todo lo que le rodeaba y le repugnaba.
Se marchó muy lentamente como con cansancio eterno, y con paso de viejo achacoso se acerco a la salida del mundo abrió la cerradura oxidada y vieja, salió apesumbrado y se echó a dormir, él no acostumbraba a buscar el sueño tan temprano.
Hoy día duerme en mis adentros como ese "yo" que puede hablar. Ahora es una necesaria voz ajena que se desea ocultar del mundo para poder sobrevivir en él, como ese sentimiento de vivir sin miedo a la vida y a la muerte, renace en mí cada vez que escribo mi nombre en los poemas que escribimos juntos, los que firmo con mi nombre, Gustavo López —él no tiene problema con los derechos de autor—. Hoy firmo sin miedo, pues: "a veces el miedo a lo que sea es el único obstáculo…".
He aquí, que se expresa la relatividad de la vida: nunca sabremos a ciencia cierta si sólo somos un reflejo veraz pero obtuso encerrado dentro de nuestros propios miedos, como en un espejo.
Los invito a transformarse en su propio Freud.
Los invito a desenmarañar la vida, a vivir una propia. Usad el nombre que sea, al fin de cuentas todo humano lleva en su vida mil muertes y mil resurrecciones; al fin de cuentas, todo poeta o poetiza lleva en sus venas mil y un poetas, poetizas y musas, en sus adentros…
20 de mayo de 2003

*Retrato de una Leyenda...

A Lucy, quien según Shakespeare debió llamarse Titania.

Cuentas las leyendas que fueron encerradas en los ojos de los ciegos y la escandalosa mirada de los mudos, que hace unos siglos una dama blanca llamada Magia se fugó del mundo buscando un poco de descanso para sus cansadas manos humanas.

Magia vivió feliz por mucho tiempo hasta que la humana inmundicia supo solicitarle los favores más excéntricos y más vanos. La Magia tuvo que esforzarse a punto de muerte, para poder tratar que Felicidad, su hermana más caprichosa, se dignara a tocar los hombros mortales, mas no lo logró por una simple razón, ni siquiera los humanos en su eterno cerrojo de razón la sabían distinguir.

Cada palmo de la tierra supo de la expansión de esta raza voraz, que consumía a su paso campos, ríos y valles, dejando tras su saga simplemente destierro.

Viendo Magia que ni siquiera los dragones se salvaban de la feroz humanidad, tomo a sus hijos y huyó tan largo como pudo, al otro lado de Cosmos, a una isleta inmencionablemente distante aún de Ávalon, porqué ningún lugar cercano a Gea era seguro.

Así pasaron los siglos, fugaces, aletargados por el destierro de los campos, de soñar ver nuevamente las hadas revoloteando con las mariposas, jugueteando en la santa inocencia del bosque de Cantabria. El vuelo supremo y colosal de los dragones dorados sobre el desierto, que con su fuerte aleteo refrescaba el paso de los animales transeúntes. El danzar de las sirenas en los fondos marinos como un vals dulce y un pacto de amor con los corales y las estrellas marinas.

Recordaba Magia cuando se sentaba como una enamorada a charlar con la luna creciente, esa sonrisa jubilosa del cielo que le recordaba que aún en la oscura penumbra nocturna la esencia de la Natura tendí cortejos dulces para soñar y creer como los robles ánticos.

Melancolía, supo ocupar un lugar fundamental en la isleta, a veces deja sonar el viento como cuando los susurros de Eolo la llamaban a cenar. Otras veces hacia llovizna para traer a colación las caricias que tanto gozan los jaguares y los elfos. En las madrugadas fraguaba desfiles de luciérnagas y cigarras para remembrar las fiestas de los sátiros, que no podía dejar de llorar al recordar que en el mundo habían dejado sus flautas.

Poco a poco la desesperación fue anidando en el corazón de los selectos espíritus que Magia había rescatado las garras humanas.

El primer barco partió a la mañana siguiente de un festín de otoño, partieron los dragones, los duendes, los elfos y los hijos de Chirón, los centauros.

Los dragones fueron consagrados como dioses dándose festines de vírgenes, volviéndose vanos y casi humanos, poco tiempo después fueron olvidados y de ellos no ha de quedar ni un hueso identificable, los pocos que huyeron de estos vicios se refugiaron en los extremos nórticos, ahogándose lentamente en las fosas del olvido…

Los centauros, se transformaron en grande guerreros, valiosos aliados en las funestas guerras humanas, se hicieron del culto del vino y de la soledad absurda causada por el desprecio humano. Los pocos que sobrevivieron corrieron cuanto pudieron hasta desprenderse de su lado malo, y se volvieron simplemente caballos, potros indómitos, pero siempre fueron domados por las cuerdas humanas…

Los elfos cautivaron a los hombres más sabios y las mujeres más elocuentes, les enseñaron todo lo que sabía y después fueron emparedados, cuando no pudieron sostener más los ideales fieles se transformaron en las columnas de los templos y la madera que otros pisan…

Los duendes, siempre más astutos y precavidos rápidamente aprendieron que no debía luchar al lado de los humanos, ni enseñarles las artes secretas y menos aún envanecerse, simplemente hicieron sus cavas y se ocultaron en ellas a dormir, a veces salen a hacer sus travesuras usuales para recordar cuando eran libres…

Así pasaron los milenios dilapidando los espacios y la savia de los pinos, mientras tanto Magia seguía soñando con aquellos tiempos y buscando soluciones para recuperar los sueños.

Tiempo después me contó un duende, que vieron revoloteando en las sombras de la noche unas cuantas hadas blancas, azules y negras, presurosos salieron de sus cavas, para ver si había vuelto Magia. Las hadas siempre fueron las criaturas más puras y sus alas eran caricias tersas, era las más selectas hijas de Magia, indiscutiblemente su mejor creación.

Contaron pues las hadas que se habían separado de Magia, ella las había enviado a cumplir una parte fundamental de su plan de reconquista.

Debían buscar una dama humana, una neófita, recién nacida y entrar por sus ojos sin que nadie las viera, y encender en su alma esa chispa curiosa y dulce, para transformarlas en herederas humanas de Magia.

Ya quedaban pocas hadas, muchas había muerto por equivocarse del alma, dado que el humano, siempre será humano por más que esté recién nacido.

Muchas de estas niñas se transformarán en brujas tercas como Baba Yaba, otras en admiradoras del amor como Safo, en irreverentes poetizas como Sor Juana, las menos en diosas de guerra como Juan de Arco; en resumen magia consumida por sentimientos humanos.

Pero aún hay otras niñas que no se han dado cuenta que realmente llevan un hada pecho adentro, y pueden explotar luceros al abrir sus palmas, desplegar arcoiris con las sonrisas y retocar las estrellas del firmamento con solo mirarlas.

Me dijo un duende,

– Si algún día tienes la suerte, de conocer alguna, simplemente se le debe mirar a los ojos, como cuando se conversa con la luna creciente, para ver saltar chispazos dignos de brazas solares.

Simplemente se le debe ver de los ojos hacia dentro y con eso basta. Si algún día tienes la dicha de acercarte a su oído dile que huele a magia, que emana de sus poros como en cascadas los deseos del pasado, la paz y la belleza concentrada en la fuerza de sus ojos.

Hay que susurrarles al oído lo que los ojos mundanos de un duende perciben.

Óyeme bien humano, si tienes la suerte de conocer un hada suplícale que nunca venda su magia, porque es vender su ser a placeres y sufrimientos pasajeros, pero aquella dama que logra portar la magia durante toda su saga, volverá a ser recibida por su madre pura y blanca y podrá de nuevo usar sus alas para juguetear con las mariposas…

La decisión es humana, la magia es perpetua hasta que se renuncia a ella. La vida es pura hasta que se decide embrumarla con espectros pasajeros. La felicidad es total cuando se llega al punto de recibir sin pedir y dar sin soñar, entregarse como se entregan los mares y el aire, completos y sin fronteras visibles ni invisibles.

Las dudas son humanas, igual que los miedos, las sombras sólo son sombras para quien desee verlas, las fronteras son humanas, mas la magia es eterna y habitará infinita en el pecho hasta que alguien desee encerrarla.

El sabio ejercicio de la libertad es tan fácil como no buscar romper las cadenas, porque las cadenas no existen si no las creamos. Lo sin nombre es tan grande como profundo hasta que alguien trata de nombrarlo. La inmensidad es perfecta hasta que alguien trata de medirla. La luz es pura hasta que alguien le busca sombra. La oscuridad es pacifica hasta que alguien busca desesperarse en ella.

En fin, Magia es Magia, simplemente una dama condenada al destierro para estar siempre presente mientras que se le pueda seguir encontrando en una dulce mirada.

Si algún día, por suerte encuentras un hada, siempre que puedas ofréndale una infinidad de besos, y envíale dos besos a sus ojos, para que la magia se sienta venerada como se venera la magia, simple, tersa y suave, pura y discreta, oculta y presente en las estelas del humo, en las formas del agua.

Te lo pide este duende obstinado y loco, que ha deseado ver una desde que recordó que existían, aunque, en estos tiempos, quién le hace caso a los duendes…

13/05/2006
GLN y un duende llamado Hades

*Comunión y Pecado Mortal

Corrían días normales, en un pequeño pueblo de un país pequeño, atrasado y pobre. Eran días especiales para muchos, tiempos de ceremonias eclesiásticas, normales al fin del Catecismo. La fe en efervescencia cubría el pueblo y llenaba de un sentimiento solemne el altar enjoyado de la iglesia. Los cálices ofrecían vino fresco. El pueblo se adornaba de paz y creencias. Todo era normal, como siempre en estas fechas de pupilos por comulgar, niños a confesar o recibiendo la palabra de Dios hecha papel con letra de imprenta antigua.
Se acercaba lenta y felizmente un pobre niño a la puerta del confesionario. Sonreía mientras caminaba mustio. No sabía lo que ocurriría cuando posara su cuerpo en aquella caja de madera fina y, al otro lado, un hombre ajeno a su mundo y su confianza le dijera: "Hijo mío, cuéntame tus pecados…"
Pero, siendo este ritual frívolo un requisito social para su familia, su conciencia confundida, su comuna, en fin, para la mayoría de seres quienes día a día le hostigaban diciéndole qué hacer, cómo pensar, vivir, soñar y hasta el porqué llorar y porqué no; debía cumplirlo.
Pero bueno, se aventuró, ansioso de gritarle al mundo que él, siendo un niño aún, dudaba de los dogmas añejos. Abrió lentamente la portezucha de pino, barnizada color vino, que gemía agónicamente con cada grado de movimiento de sus bisagras. Entró tembloroso, no de la penitencia, sino de que sus dudas y su fe perdida matasen al sacerdote, o que un rayo de un dios, para él ya muerto, demoliera el templo recordándole o demostrándole el seguir de su reinado en algún cielo.
Todo el clero y los humanos veían con gran ternura el titubeante cerrar de la portezucha color vino.
"¡Qué enorme temor de Dios…!", se dejó decir alguno, antes de que se cerrara por completo la portezucha. El niño respondió con una mirada penetrante que gritaba: "¡Pobre, pobre tonto, si supieses, lo que siento no es temor sino a este mundo de bestias…!".
Bueno, al fin se estremeció la puerta, terminado de cerrarse, y un enorme silencio llenó la gran Iglesia.
—¡Dios te bendiga hijo, cuéntame tus pecados…! —en ese momento el niño suspiró profundamente y empezó a hablar de manera firme y altanera—
—Padre, he pecado mucho, más de lo que usted se imagina…
—Vamos hijo —dijo con voz dulce el sacerdote—, sólo tienes nueve o diez años, qué puede ser tan perverso, no temas, Dios, a quien le hablas hoy, es puro amor, es todo el bien de Cosmos, vamos niño, con confianza…
—¡Oh padrecito! —dijo temblorosamente, sollozante—, he pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión…
—No recéis —apeló el cura—, aún no es penitencia, cuéntame tus pecados.
—Entiendo, yo sé, aún no hay sentencia de tus labios, ¡ssssh!, solamente le pido silencio y atención.
Es imposible que le diga lo que he hecho, mis pecados no son de nieve blanca ni de dulce miel, son como látigos de puntas de acero, son como balas en mi sien.
Guarde silencio padre, guárdelo bien y escuchará como la vida se transforma en amargura e hiel.
Tengo solamente ocho años, pero hace más de dos que me hicieron morir en un juego de incertidumbre e ingenuidad, convirtiéronse presurosos mis hermanos en mi condena y mis verdugos. Un pecado mortal, del que ni su amoroso dios, dijeron, me podría perdonar…
Pero fui inocente del crimen, pero fue a mí al que le tocó la peor mano. No podía sacar de mi manga un as, mas ellos, quizá, tenían una baraja entera extra.
Fue un secreto a vivas voces, sólo faltó llamarlo por su nombre, mas para qué hacerlo, en lo tácito mantuvo una familia unida, en la intemperie el crimen seguiría siendo crimen, e inocentes y culpables altamente castigados, ¡alguno dijo que se había acabado la Inquisición, que ya no hay cacerías de brujas, yo no lo creo…!
Y fui inocente, pero soy ampliamente pecador, impío, insalvo; pero eso ya a nadie, ni a mí me importa…
Y viví, desde que supe lo que significaba este hecho, en una completa agonía que me hizo reflexionar a cerca de lo ocurrido. Mi cabeza dio mil vueltas, desde entonces ya no sueño.
¡¿Sabe usted lo que es tener mi edad y no poder dormir tranquilo…? ¿Sabe qué ocurre con una mente infantil y el niño interior de cada quién cuando algo te hiere tanto y no puedes decirlo…?!
Yo le puedo contestar, no con hipótesis psicológicas o eclesiásticas sino, con la experiencia en mi boca y en mi alma (si es que aún tengo): el niño, la inocencia muere. Muere con una tortura plena, a pasos lentos y dolorosos, sin que nadie, ni su dios, pueda remediarlo… —el hombre hizo a hablar, para reprochar el tono del niño, pero ante la mirada del niño y el enojo verosímil de su relato prefirió hacer mutis. Afuera, todo el pueblo y el clero miraban asombrados el tiempo que había transcurrido, nadie se explicaba lo que ocurría en el confesionario—
Sólo le he pedido un favor padre, y es su silencio, luego podrá decir todo lo que guste, pero escúcheme primero y no deje que su fe y su religión interfieran con mi razón —la piel del sacerdote se erizó. Cómo era posible, un niño, cuestionaba no sólo la fe sino el carácter crítico de la religión—.
Pero bueno padrecito, qué le puedo decir aparte de lo que ocurrió después.
—Hubo más después —perplejo dijo el cura, con una cara de asombro y una voz que llenó de vacío el templo mismo—
—Sí padre, he aquí que la maldición cambió de tono, toda la confusión fue evacuada y el perdón, de todo tipo, llegó con la razón misma.
Analizando todo aprendí más que con cualquier lección de Catecismo. Aprendí que los pecados son sólo prohibiciones, con o sin bases, aceptadas a ciegas por nosotros mismos; y Dios no es más que un sueño que da sentido, razón y un norte a la vida; además es la única excusa "razonable" de las leyes, el espíritu mismo de las fronteras humanas y legislativas.
Y no son muchos quiénes, aún apartándolo de sus vidas, no caen en la anarquía o la misantropía. Pero los hay, y creo ser uno de ellos. Hoy estoy en esta caja de madera, no buscado la absolución sino buscando una salida a un problema más serio que un perdón que creo innecesario, si no cumplo con este trance deberé enfrentar a una sociedad que no entendería o no quiere entender mis razones.
He aquí que confieso el único pecado que cargo y es ser cómplice intolerante de un fraude: la Ignorancia. Ésta que cubre a un mundo ciego, ejecutor de normas, sin cuestionamiento alguno; la cual ve hambre sin hacer nada cuando tiene como remediarla; un mundo hambriento, hasta cierto punto por voluntad propia, pensando que la desnutrición le dará un lugar en el cielo; un mundo explotador del prójimo o que se deja explotar, sólo porque la historia nunca ha variado, sin ver que sólo ellos pueden cambiarla; uno que se encierra en un templo a adorando, debatiendo y hasta matando por cual dios es real, sin ver que con ello no avanzan ni una micra…
En fin padre, dios no es el problema, es la religión, es el dogma…
Dígame: ¿Si dios es todopoderoso y perfecto, por qué necesita ser vanagloriado? ¿No es la vanidad un pecado capital?… ¿Por qué se empecina en guiar férreamente nuestros pasos, qué error busca evitar tanto…? ¿No se supone que puede remediar todo sin necesidad de satisfacer su ego con oraciones, cantos y súplicas…? ¿Qué diferencia tangencial existe entre un profeta u otro? ¿Qué no dijo uno que no dijera otro? ¿Qué diferencia existe realmente entre Zoroastro, Buda, Jesús, Moisés, Mahoma, o cualquier otro, para matar por ello?…¿O será que todo esto es un juego del que el verdadero dios, como se llame: Yavé, Dios, Jehová, Alá, Shiva, Cali, Krisna, etcétera (si es que existe), se retiró hace ya muchos siglos….?
Dígame porqué dicen que todo lo podemos con la fe; no son al final las manos nuestras las que lo logran, cuántas veces el miedo a lo que sea es el único obstáculo.
¿Qué inspiración divina ha habido en las últimas guerras que tenga que ver con algún dios más que como simple excusa?… ¿Las masacres, los campos de concentración, las bombas atómicas, químicas y biológicas, la amplia muerte por SIDA en África mientras la Iglesia quema las farmacias que pueden dar protecciones contra la plaga?… ¿Dónde está la bondad, el amor del catecismo, acaso se quedó en la tinta? ¿Cuál excusa, cuál?, ¡por favor dígamela!…—Cuatro lágrimas corrieron, y no fue en las mejillas del rostro de yeso de Cristo, María o algún Santo, sino en las de dos humanos que comulgaban, juntos, pese a la rejilla de madera impuestas por los dogmas, a pesar de la túnica y la orden sacerdotal. El sacerdote apuñó su rosario, cuenta a cuenta hecho por manos humildes. El niño mordió sus labios sintiéndose libre de pecado, pero aún sin penitencia, ni respuestas, guardó silencio, por segundos, que se hicieron horas.
—Yo no soy quién para darte respuestas, si eso es lo que buscas —con voz temblorosa, dijo el padre, como cuando el niño entró al indómito secreto del confesionario, sintiendo un nudo que no dejaba salir las palabras—. Sal del confesionario niño, hermano; hoy tú, con tu corta edad, me has enseñado y confundido más que cualquier lección o hecho de mi vida. Sal y siéntete bienvenido cuando así lo quieras. No te puedo absolver de un crimen del que yo también soy culpable, si tus dudas y razones son falsas, por no poderte corregir, y si son veraces y acertadas por ser tan culpable y víctima como todos nosotros…
Vete ya, ve en paz contigo y con el mundo, que la filantropía de tu corazón para muchos será un norte, y para otros la más horrible misantropía.
Vete y que Dios sea contigo—dijo nervioso y a la vez esperando una respuesta—.
—¡Que Dios se quede aquí con todos vosotros, que aún lo necesitan para poder existir —dijo el niño cambiando el tono altanero que siempre acompaño su voz, por un tono de dulzura y lástima por todos aquellos a los que dirigió su frase, sintiéndose así, como el ser más libre—.
—El niño dejó la caja, con una risita de la paz en los labios, hincándose en el reclinatorio de una banca, simulando unos padrenuestros y unos avemarías.
El padre salió del cubículo, y todos quedaron perplejos, como un loco el sacerdote veía los adornos y lujos del templo, que hasta cierto punto, no sopesaban la parte sacrosanta de lo conocido como Iglesia.

Un año después, este mismo niño llegó hasta el altar de mármol blanco donde el padre estaba, a recibir una pieza de pan y un sorbo de vino, a ojos de muchos la comunión con su dios.
El padre recordó la comunión con el niño, mientras el niño decía un Amén (así sea), que sonaba al oír un "Cuerpo de Cristo" como un "¡Ojalá, así sea…!".
El niño reflexivo se reclinó de nuevo, sin quitar su mirada fija de los ojos del cura.
El Sacerdote titubeó por unos segundos y siguió el ritual.

Años después, contó la gente, que el cura, siendo aún un hombre joven, murió solo en su silla, su rostro estaba lleno de lágrimas, pareciese que una agonía lo carcomió, con una tortura plena, a pasos lentos y dolorosos, sin que nadie, ni su dios, pudiera remediarlo. Quizá un secreto de confesión generó dudas más grandes que el todo en que él creía, y no pudo saber como evacuar esas dudas, por deber guardar el secreto o quizá por ese miedo de confesar su duda, porque veces el miedo a lo que sea es el único obstáculo.
El niño, hecho un hombre joven, llegó a su entierro vestido de blanco y con un ramo de calas.
El pueblo entero lo miró incrédulo y sorprendido de ver al disidente, al controvertido loco que de los dioses renegó, sin caer en la anarquía ni la misantropía.
—Él fue un hombre bueno, pero, como a muchos, el miedo de descascarar el dogma en pos de la verdad lo mató. Y espero que ahora, libre eternamente de la duda, la fe, el dogma, la religión y la razón, puedas descansar en paz. —Esa fue la única expresión que le oyó decir entre dientes al caminar hacia la fosa abierta. Todo el pueblo lo miró con extrañez, sin entender el lazo de aquel loco renegado, candidato a la excomunión sin que le importara, con su ejemplo de santidad y amor a Dios.
—Polvo al polvo… Cenizas a las cenizas…—dijo el nuevo cura—.
Alguno se dejó decir, renegando del joven: "¡El padre es un santo, con enorme temor de Dios, una fe incorruptible y ciega, un hombre que seguramente ha de llegar al lado de Dios, al cielo…!"
El joven gritó a pulmón lleno, causando espanto entre todos:
—Los dogmas son la cárcel mejor disfrazada, y este hombre fue un gran señor. Si Dios existiera, o si por lo menos creyera en él, aseguraría como vosotros que no hay hombre más digno de estar a su lado, y pensándolo bien, por la dicha de todos vosotros ¡Ojalá así sea, Amén y Amén!
—Todos los humanos y el clero presente guardaron un silencio mortuorio, congelados se quedaron viendo cuando el joven loco tomaba un puñado de tierra y lo dejaba caer sobre el ataúd de fina madera de pino, barnizada color vino (así lo pidió el padre, antes de fallecer), con una sonrisa y muchos recuerdos naufragando en su cabeza, reflejados en una lágrima.
Al final el cementerio quedó vacío.
Lo único que hoy día acompaña la fosa es un grafitti en la lápida que se citaba casi como un epitafio: "Aquí yace el único que admitió ser cómplice y víctima de nuestro pecado mortal…"; junto con un ramo de calas que llega mes a mes sin remitente comprobado.
Así termina la historia, del joven y el padre, sin embargo, este es sólo el fin de la Historia, no del Pecado…
22-04-2003

jueves, 5 de julio de 2007

Para Alejandra.

Es curioso el azar cuando uno desea encontrar con quién compartir sus largos ratos.
Hace años le conocí en las premuras de las tardes de colegio y le vi atónita ante mi uso de la palabra y de los versos, quizá nunca había escuchado algo mejor o simplemente no se había dado su tiempo.
Y las sombras ingenuas del destino nos fueron cruzando, rápidamente ya conocíamos nuestros nombres y luego compartíamos besos bajo las sombras de los pinos, recostados sobre el césped de cualquier parque urbano.
Así, como todo pasaban las horas y nos sentíamos más necesarios.Al tiempo ya teníamos un fruto alegre, sin notar el verdadero estado de las raíces del árbol. Es tan ingenuo uno a veces que cree que las formas son lo que aparentan, y las causas se siguen juntando.
"¿Qué estúpido se deja enamorar realmente a sus cortos 20 años?, acaso no es más hermosa la libertad de seguir probando hálitos extráños..."
Eso me dijeron sus ojos hace muchos meses, yo con mi silencio quice decirle: "soy un estúpido de esos, que ahora mencionas con tanto desprecio y desengaño..."
Y así las sombras nos fueron separando, uno con la vida a cuesta, sujetando lo que le quedaba y no le sabía amargo; y ella por los campos buscando nuevas rutas y caminos, simplemente jugando.
Ahora, nos posamos a vernos, cuando una vez a la semana me presta el fruto fresco de nuestro árbol ahora marchito.
Debo confesar que pocos meses nos hemos vuelto completos extraños, cada quién defendiendo ferreamente lo que cree, aunque a veces sea tan duro aceptarlo...