Resumen de inicios de invierno...
Corrían días normales en el mundo, guerras militarmente terminadas, masacres cotidianas, asaltos, violaciones, lo normal de este mundo categóricamente humano.
Era pues, un común 19 de mayo, con abejones merodeando los aires invernales que ofrecía el anochecer, toda la lluvia se tendía benévola por la tierra que necesitaba algo de esperanza en sus raíces.
Mas, la monotonía de la tarde estaba rota, aquel muchacho estaba sentado en el quicio de la puerta como si hubiese un abismo inmenso a sus pies y estuviese pensando emprender el vuelo.
Tenía a su lado un poemario, lleno de lágrimas y verdades vividas…
Solo en el quicio de la puerta, con un cigarro en la boca, una mirada melancólica, un cenicero cargado hasta los topes, una sonrisa demencial y las altas Damas de la Angustia y la Soledad como celestinas de su pacto de amor con el vacío que imaginaba tendido a sus pies.
Pues bien, pasó toda la tarde sentado en ese escalón moviendo, a veces, su cabeza de arriba a bajo, viendo con ojos atónitos como la corta distancia del suelo a su cara se transformaba en abismo, y la distancia entre su corredor y la casa del frente (la calle) parecía el más ancho río, como un cinturón de meteoros entre dos planetas poco distantes.
Quien pasaba por la calle le miraba extrañado, aquel joven ermitaño del barrio, quien, rodeado por el mundo, siempre pasaba de prisa saludando a quienes no le conocían; desde niño vivió en su casa como si fuese un santuario y, cuando salía, iba a prisa como si no quisiera llegar tarde.
Se le veía con atuendos negros, galas formales como si se casase, pero siempre extraviado dentro de su mundo ajeno al conocido por todos.
Jorge Ernesto León, fue su nombre. Tenía 19 años, mas en su cara reflejaba una soledad tan agónica cual si le hubiera acumulado por siglos enteros, sin dejar escapar una micra, como si ningún soplo de alegría lo hubiese visitado durante toda su vida, pero no era así, sólo él lo sabía, era su secreto.
Quizá se encerró a dormir en un cascarón de acero reforzado, quizá solamente estaba en una esfera de autista, voluntariamente aceptada. Quizá sabía algo que no quería decir, algo exclusivamente para él. Un misterio, creo, eso era lo que llevaba en sus adentros, pues su exterior era marchito pero su interior ocultaba un "no sé qué" que podría cambiar su vida y quizá la nuestra.
Pero al final, estaba ahí sentado en el quicio de la puerta de su casa. Cansado, tal vez, de todo, de todo lo que le rodeaba y le repugnaba.
Abrió su poemario, y como acto triunfal de despedida empezó a recitar, aquel poema reflejo de su sentir, escrito por él hace ya algún tiempo, llamábase Soledades y Tristezas:
Confieso sin apresurar lo que les digo,
sin mentir u ocultar los hechos,
confieso hermanos lo que he vivido,
y el contar de las horas en que he muerto…
para algunos soy oráculo y soporte,
en sus horas de amargura y desconsuelo,
vienen a mí buscando mis locos consejos,
para sus problemas triviales y complejos…
Mas a mí no llega un hombro amigo,
que soporte mis pesares y sufrimiento,
o tal vez en un parque un compañero,
me atiende y se esfuma como el viento…
Solamente sé que mi cama está vacía,
en esta noche de tristeza y amargura.
Sólo sé que si me levanto mañana,
confundiré sus penas con las mías…
Sólo sé compañeros de alegrías,
que hoy no me visitará ninguno.
Pese a esto lo que no atino,
es saber si será mi lecho o mi tumba,
lo que por la noche esté tendido…
Su voz tembló con la última palabra y siguió leyendo, tomo el papel y escribió, al parecer su último poema…
Levantose muy lentamente como con cansancio eterno. Con paso de viejo achacoso se acercó a la puerta de su cuarto abrió la cerradura oxidada y vieja. Tiró el poemario en la mesa. Entró apesumbrado y se echó a dormir. Él no acostumbraba a buscar el sueño tan temprano.
Mientras se dormía empezó a recordar su vida, la que les cuento yo hoy en esta tarde de mayo cercana a la que fue ese día.
Hacia la busqueda de un nacimiento...
Dicen que nació un enero, mas él no lo contaba así.
Me contó su versión de la historia cuando tomábamos unos café con leche, en su taza favorita, sus manos temblaban cuando la sujetaba, sus ojos perdidos de tristeza reflejaban la veracidad de sus palabras.
Como siempre llevaba aquel fólder añejo y amarillento. Él le llamaba su legado. Era su poemario, del que nunca se separaba, para poder citar sus poemas, como citan frases de la Biblia los religiosos buscando reafirmar su fe. Lo usaba muy seguido, cuando así lo creía necesario.
—Sí es cierto —me dijo Jorge. Prosiguió después de darle un gran sorbo a su café—, todos piensan que nací en el primer mes del año, mas no es cierto, si lo vemos a bien, siempre se nace en el primer mes de nuestro año. De diciembre a diciembre no hay variación más que en unos cuantos números. Sí, obviamente las cifras a veces son más fuertes que nosotros, pero hombre, debemos intentar, por lo menos, que no siempre lo sean…
Si nací en Enero o en Mayo o Julio no cambia el hecho de haber nacido, entonces, para qué ponerse en pequeñeces. Sin embargo, si puedo afirmarte, el hecho de salir del vientre en un Enero, no implica que yo, Jorge Ernesto León, naciese ese día, mes, año, segundo o década.
¿Cuántas veces el humano promedio desea la muerte y cuántas veces desea renacer, cuántas veces deseamos hacer eternos los segundos o que las eternidades aparentes se hagan tan sólo micras temporales…?
¿Sabes tú cuántas veces puede morir o nacer un ser humano sin que este nacimiento o esta defunción cambien su edad o le corten el aire para siempre…?
¡Infinidad, hermano, infinidad! —Risueño aseveró mientras dirigía de nuevo la taza a su boca—.
Pero la vida comienza, no sé si con el primer abrazo de un congénere cualquiera, con el primer grito de dolor, con el aflorar de las lágrimas, con el primer beso de amor verdadero o supuestamente verdadero, con el nacimiento de un hijo o hija, con un amanecer cualquiera a lado de una dama, con cada tristeza, con cada alegría, con cada éxtasis.
¿Será que nacemos con cada uno de estos cambios, que sólo le dan nueva energía o cambian de norte la que ya tenemos y llevamos a cuesta —dijo con ese tono de vieja película de suspenso, con ese tono muy propio, el cual contestaba la pregunta totalmente y dejaba regadas nuevas incógnitas frescas—…?
¡Como cuando se carga la batería de un auto, le da nueva energía pero no varía el kilometraje, como… como cuando se caen los frutos frescos de un árbol, se pierde lo que pudo ser muy provechoso pero la vida del árbol continua y del fruto saldrán nuevos tallos…—expresó, con esa voz sarcástica que usaba cuando quería hacer parecer una verdad una completa locura, ejemplificando con ejemplos impensables lo, para él, más que obvio— …!
Pero bueno amigo, la vida y la muerte son tan relativas, igual los nacimientos y las defunciones…
Entonces no me preguntés cuando nací, sino aún más importante es cuántas veces y cómo he nacido…—Sacó de su bolsillo una cajetilla de cigarros, la abrió lentamente como luciéndola, colocó uno en su boca y lo encendió. Le dio un gran suspiro, se detuvo a ver como se quemaba…
Ves, no somos seres inertes, como este cigarro, que tiene sólo dos fechas importantes cuando fue hecho y empacado, y hoy que se consume lentamente con el fuego… Ni como la planta, que sí, está viva, pero lo único que le pudo importar sería cuando fue plantada, cuando fue cosechada y cuando fue cortada o se marchita…
Y sé, nadie puede contestar a ciencia cierta cuantas veces ha nacido, muerto y vuelto a renacer, ni cuando fue cada uno de estos hechos. Ni cuanto tiempo se duró como muerto caminando por estos lares esperando la resurrección de algo esa parte perdida. Ni cuanto duró la agonía, ni cuanto duró el parto; pero algunos partos y funerales son inolvidables, y en su presencia se enfatiza la necesidad de seguir respirando, aunque uno se sienta muerto —unas lágrimas se escurrían por su cara, él, no hizo, como muchos, ademanes para ocultarlas, más bien, las mostraba con gran felicidad—…
Pues bien hermano, tú conoces casi todo de mí, pero sé que tienes dudas a cerca mi paso sobre este mundo que, a mi visión, se tiende como un gran oleaje de mierda pestilente acosando los jardines —recordé entonces que cuando el sentimiento lo embargaba, generalmente, sacaba a colación todos esos términos soeces, que le servían para dar confianza a quien escuchaba—.
—Con su voz satírica expresó— Considérame un libro abierto, como si fueses Freud haciéndome un psicoanálisis, imaginá que estoy acostado en un sofá, que no te veo la cara y querés preguntarme si pringo la tasa cuando orino… No le hagas el juego a las lágrimas que lloro, no vez que como dijo el poeta: "tengo alegre la tristeza , y triste el vino…"
Y como dijo Pedro Guerra: "pasa entra y piensa que hay quien duda como tú, pero no tiene más canción que la que sabe, la canta y si no la sabe tararea…" —haciendo alarde de su facilidad para aprender las frases de quién fuera, cuando le llamaban la atención y, como siempre, haciendo uso de ellas para, hasta cierto punto, hacer que uno se sintiera en confianza, y por otro lado obligándome a seguir adelante. Sabía bien que sería usual escuchar en él voces de otros, quienes apoyaban sus ideas o las habían formado meticulosamente—…
—Está bien Jorge, supongamos que esto es un psicoanálisis, aunque ya sabés, me identifico más con Pablov —le dije, siguiéndole hacia ese punto, al cual no sabía si quería llegar—
Cuéntame pues, lo que hoy quieres que yo escuche, en especial si creés que yo no lo quiero escuchar…
Adelante hermano, soy todo oídos, a tus palabras, pese a que sé que pueden ser más hirientes de lo que imagino…
—Empecemos con el Inicio mi Sigmund, deja que te lea un poema mío, quizá aclare un poco. —Buscó un poco entre su poemario y de pronto lo encontró, empezó a recitarlo sin más—
Se llama El Problema —dijo—, está como dirigido a un confidente, más preciso no podría ser:
Mi gran problema comenzó
desde aquel día tibio Señor,
en que a abrir los ojos me decidí,
al hacerlo sólo sentí la sangre
circulando por mi cuerpo como
aquello con lo que embalsaman
a un frío y sonriente muerto.
No sé bien qué milagro ocurrió
para que tomara la decisión,
ni siquiera sé si fue un milagro
o fue la más cruel maldición;
sólo sé que ese es mi problema,
mi único obstáculo para estar
completamente en paz, ¡en paz!...
Del amor no tengo más que
profundos surcos, gruesas zanjas.
De los amigos, que fueron pocos,
sólo me quedan unos cuantos,
sólo unos cuantos recuerditos,
que atesoro como gemas preciosas,
en el fondo de mi alma…
De las mujeres en sí, sudor,
sólo sudor y lágrimas, algo de risas,
algunos besos profundos que
para lo único que sirvieron fue
para amarrarme al desastre,
y hundirme más en la pena honda
que viene cuando acaba el placer…
De los cuervos del amanecer,
quizás, un rostro nuevo al cual,
deberé enfrentar encarnizadamente…
pero mi lucha suena inútil,
pues estoy sólo contra mil dioses,
y la humana razón no me apoya,
pues no entienden mis razones…
Hoy el sol cae como un plomo,
y la lluvia tenue cubre mi cara,
y la fogata se hace humo, se extingue.
Mi alma está cansada y triste, se extingue.
Con la lluvia se lavan mis lágrimas
y como agua se van al agua, se pierden,
y el humo se va al aire, se pierde...
Pero no sé adonde debo de ir ahora,
ni siquiera tengo hechas las maletas,
pero no tengo nada que sea mío,
para poder llenar mis alforjas,
por eso veo que estoy solo desde siempre,
por lo que parto al feliz viaje,
del que sólo regresa el eterno Caronte…
—Ya vez, hermano, qué te parece —me dijo alegre Jorge, dándole un fuerte suspiro a su cigarro—…
—Suena muy interesante, soy todo oídos…
El inicio de la historia, si se le puede llamar así...
Sabés Gustavo, no sé por donde empezar, creo que deberé iniciar por el comienzo de mi vida natural…
Dicen, pues no me consta, que llegué físicamente a este mundo un día a finales de enero, en una casa pobre, sin mucho que comer, pero con dos hermanos más con los cuales compartir. Mi molde era curioso. Gordo, pese a la poca comida. Risueño pese a las pesadumbres que se tendían a mis pies sin que yo, un bebé entonces, pudiese tan siquiera medirlas. Pero bueno, nací ya después de eso que podía hacer más intentar ser feliz, y ser yo, aquel estrictamente hijo de mis padres, dueño de mis futuros miedos y defraudaciones —probaba lentamente su café después de cada frase, como dándole un aire de misterio a sus palabras—…
Muchos años después nací realmente cuando al abrir mis ojos supe que estaba vivo.
Fue más susto que sorpresa, te lo digo en confianza. Pero bueno ya estaba aquí, digamos en un papel consciente. El ambiente familiar no era ni el deseado ni el idóneo, pero bueno poco a poco aprendí a superarlo.
Aprendí desde niño a darle un gran lugar a los sueños dentro del alma, pero vi que muchos sueños, por mejor plantados, no dan frutos, sólo espinas.
Morí muchas veces, pero siempre encontré alguna razón, por estúpida que ahora me parezca, para renacer, volver a la vida aunque generalmente siempre volvía a morir, muchas veces por la misma causa.
Aprendí a ver que no debía preocuparme por lo que muchos llaman familia, Blades decía: "…los amigos son la familia que uno encuentra con los años…", y hoy creo que tenía razón, mírate a ti, quien para los que habitan en mi casa eres una mala influencia, para mí eres un verdadero hermano.
Perdí mucho durante mi viaje: esperanza, fuerza, amor, deseos, sueños, vidas, muertes, Todos, Vacíos, Nadas, amigos, rivales, musas, copas de vino, lágrimas… ¿Qué no llegamos a perder y a llorar en algún momento de nuestras vidas…?
Pero logré llegar hasta aquí, solo, apesumbrado, golpeado, casi delirante; pero llegué.
Ves esto, —como en un juego sádico veía la ceniza del cigarro, sin vaciarla en los ceniceros— es como el consumir de la vida física, sólo van quedando en cenizas lo que fue en realidad. Si analizás bien la ceniza encontrarás más que ceniza, verás, mírala bien, lo que era un cigarro abarrotado de tabaco seco, cubierto de una superficie sólida de papel liso, ahora es un cúmulo polvo gris lleno de arrugas, zanjas diminutas, hoyos, ahora tiene relieve, pero si soplas —dio un soplo profundo—, lo único que queda donde estaba el polvo es la Nada y, delimitada entre la Nada y lo que resta del cigarro, la brasa, quien consume lentamente al cigarrillo.
Ahora hay, hasta cierto punto, un cigarro entero, lo existente es sólo, brasa y tabaco, no hay ceniza, como la vida, se desgasta. Si botamos las cenizas, sería como empezar a quemarse de nuevo, lo único que se puede hacer para no ser consumido lentamente con la ayuda de la brisa es apagar la llama…
Volviendo al tema, mi historia, no sé si puedo llamarle a esto inicio, no sé si más bien es el prólogo del final, pero es lo que puedo contar a puerta abierta: el cómo me ha modificado la Historia, y qué ha pasado en mis muertes para llegar a este punto.
Sabes que es un Olmo, es un árbol muy especial, nunca hay que pedirles peras… Escucha esto es un resumen curioso, titulado Saga de un Olmo:
Hoy redacto una historia ocurrida,
no sé si hace segundos o milenios,
y sé que hoy forma parte tan sólo,
de un cúmulo de recuerdos viejos…
Le hablan en pasado los Verbos,
y convencen y condicionan su mente,
de que no podrá cambiar su ruta,
si no es de la mano de la muerte…
Surgió de una semilla perdida,
entre sombras de destierro y pena,
germinó un Enero cualquiera,
sin pensar en lo solo devenía…
Creció rápida y lentamente,
torcido por los golpes del viento,
solo en un bosque de pinos,
el único olmo del bosque, el distinto…
Y fueron suficientes las hogueras
que circulaban su tronco en primavera,
para secar sus delicadas raíces,
que se hicieron duras como piedras…
Pero no importaron las sequías,
ni los tortuosos verano, ni las tormentas,
siempre daba vivas sus flores,
sin importar lo que pasaba en la pradera…
Un día entre los cardos a sus pies tendidos,
surgió una pasiva violeta…
una violeta que embrujó al pobre olmo,
y ella se marchitó terminada la primavera…
Y el olmo desesperado por su ausencia,
dejó de nutrir sus flores bajas,
para nutrir su bella flor ya muerta,
y los cardos ríen mientras él se seca…
Desde aquel día nacen flores ahí,
donde fugaz habitó su pacífica violeta,
pero el tiempo las marchita precozmente,
o un pájaro o la hoz las cortan de repente…
Y el olmo desesperado por su ausencia,
deja de nutrir sus flores bellas,
para nutrir aquellas bellas flores ya muertas,
y los cardos ríen mientras él se seca…
Hoy los cardos inundan la pradera,
y sus espinas se tienden como una marea,
pues, han absorbido lo que el olmo dio
para nutrir las flores del suelo muertas…
Y hoy está ahí después de tantos siglos,
sin una de sus flores propias abiertas,
y únicamente en pie por sus raíces,
de roca pero siempre escuetas…
Y hoy el rocío es sangre yerma
sobre sus hojas apuñadas en el suelo,
y sabe que está a punto de no ser más
que un olmo en pie, un olmo seco…
En el mañana encontrarás en él
un nido de lechuzas y murciélagos,
lo verás lleno de vida foránea,
pero él, seco, frío, muerto y hueco…
—No interrumpió en ningún momento su oratoria, como si fuese parte del mismo poema hechose a hablar— Puedo hablarte de mis amoríos, de esa amargura, esa palabra tan pesada que siempre empieza con el verbo "amar".
Y de esos adiós, que nunca quise decir, pero gracias a ellos aprendí a amar o a llorar de un modo más fuerte.
Puedo contarte de los sueños, que se han truncado o los que han dado frutos.
Puedo contarte muchas cosas, pero… pero primero vamos por otra taza de café…
Del amor y otras cadenas y liberaciones...
Minutos después, regresó con otra taza de café, y con un cigarro en su boca que fumamos juntos.
De nuevo frente a frente, viéndonos directamente a los ojos, continuó con su relato, sin perder el hilo ni dudar de lo que había aclarado anteriormente, que ha vivido muchas muertes y muchos nacimientos, sin embargo, algunos lo habían marcado más que otros…
—Bueno hermano, la vida sigue, pero empecemos a hablar un poco de esas muertes, de ésas, las más dolorosas, que te elevan rápidamente y te dejan caer de golpe…
Sí, los renaceres y funerales de los amores humanos —dijo esto con un tono de catedrático ebrio—.
Muchas musas han abordado este espacio, muchas se han clavado muy al fondo, en lo profundo del alma…
Yo era un joven precoz, por muchos golpes que había llevado en otras vidas, pero era el peor ser del mundo, lo admito —aseverándolo con una culpa que se sentía viva en su voz—, andaba de dama en dama como el colibrí de flor en flor. Sí, no hagas caras raras, soy oxidado y desmoldado por fuera, pero tengo aún aquel arpón infalible que me ayudó a saciar mis filias más enfermas: mi lengua.
¿Qué dama, en su sana inocencia, podría imaginar que todas aquellas palabras bellas, provenían de un ser tan enfermo y corrupto, como yo era…? ¡Tantas palabras dulces, tantas historias mágicas, tantas utopías trazadas ante sus ojos, tantas, pero tantas mentiras —como palabras de repudio—, que creían, soñando, en la existencia de un caballero andante, quien tocaría su puerta montado en su corcel blanco…!
Yo no era, ni soy, un mozo deseable, pero, con unas cuantas palabras bien plantadas, ellas se olvidaban de lo físico y buscaban un yo, que vivía en mis adentros, soñando ser liberado, mas estaba fuertemente atado por aquellos esbirros misóginos, creados por mi pasado.
Pero yo, realmente deseaba ser liberado, que alguien soltara mis amarras. Muy en el fondo el yo mentiroso, ocultaba una ansia enorme de dejar de serlo, de emancipar a ese poeta loco que inspiraba todos los versos, deseando creer realmente que estaba amando y era correspondido.
Algún tiempo fingí que era normal encerrar en mí ese deseo férreo de amar con pasión, pero siempre ha de existir un ángel que suba del mismísimo infierno para acabar con esos dramas.
Ella llegó un día normal e imprevisto, sin realmente alertarme del futuro prominente y duro que se dejaba caer sobre nuestros hombros maltrechos.
¿Cómo saber que esa bella mujer sería la luz que me guiaría al abismo…?, y no lo digo a mal, fue un dulce abismo…
"¿Qué hora es…?", fue lo único que le pregunté, cuando vi estaba hablando con ella de temas tan profundamente llanos como: psicología humano, el carácter social de las conductas animales y sus comparaciones con las conductas humanas, los Diálogos de Platón, Maquiavelo, Héroes del Silencio, Rubén Dario, Jorge de Bravo, la Educación, Filosofía clásica, no sé cuantos otros temas…
El punto es, hermano, que nunca en mi vida había estado con un ser tan interesante, tan profundo, tan meditabundo, tan analítico. Su nombre es Roxán. La búsqueda concluyó, encontré como quién dice un alma perfecta…
Pero yo tenía catorce y ella diecinueve, un abismo dentro de los parangones sociales, mas no me importaba, ni a ella. Dejé botados unos encuentros amorosos para ese día previstos, caminé con ella hasta su destino, pese a la lluvia, pese al frío, pese a todo.
El causó un extraño sentimiento el dejarla en la puerta de su casa, en especial cuando me preguntó donde vivía y le confesé que había caminado con ella más de diez kilómetros lejos de mi destino. Sólo pude decirle la verdad: "Mira, en verdad de verdades vivo lejos de aquí, pero viéndolo bien, creo ampliamente en el disfrute obtenido en estas casi tres horas de plática. Espero verte luego, que te vaya bonito… no te perdás, ya sabes donde encontrarme si así lo quieres…"
Ella por su parte me dijo una frase, la cual después de tantos golpes sigue dentro de mi lista de frases célebres: "¡las Parcas sean benévolas contigo y tu linaje. Hasta siempre…!"
Poco a poco, empezamos a ser más que amigos. Aceptó mis fallas, supo comprender un pasado tan negro como el fondo de la noche de luna nueva, siendo este pasado el que generaba mi actitud misógina. Una vez superado el trauma, todo cambió de tono y mis primeras prosas y versos escritos fueron para ella.
Bastante me regañó cuando supo mi costumbre mundana de quemar cuanta letra escribía, y me hizo jurarle, en su nombre, que ya jamás quemaría una letra escrita con voz de musa.
Aprendí mucho, aprendimos juntos, ambos gozamos cada segundo.
Y qué te puedo decir, fueron los dos mejores años de mi vida, llenos de todo lo más bello de este reino, pero como siempre la dicha debe acabar en su etapa máxima.
El destino nos separó de la manera más cruel, su futuro, su sueño profesional le extendía una oportunidad única e irrepetible, pero muy lejos de nuestro lecho. No pude, no tuve el valor para detenerla. La amaba, era su sueño, quizá las Morias sabían lo que hacían. Tal vez Destino nos reuniría de nuevo y no daría paso a una nueva separación.
Sólo pude decirle unos últimos versos, que te leo ahora —sólo le tomó unos segundos encontrar lo que buscaba—:
LA MADERA GRITA UN NOMBRE...
La madera grita un nombre
que repica en mi cerebro,
de tu ausencia y de ti
sólo una cosa puedo decir,
por más que yo quiera
tú no estás aquí…
El recuerdo está pariendo
una bellísima ilusión,
tu rostro, y se parte el corazón...
La almohada es mi refugio,
la uso para recostar mis penas,
ahí también desenfundan
los recuerdos y el pasado,
mientras las lágrimas la inundan…
tenaces puñales se aventuran
a luchar contra el recuerdo,
pero por más que blasfeme
¿Quién me sacará tu recuerdo…?
Pero fue así. Tiempo después las ilusiones se esfumaron, ella, excusando el deseo de volver a mi lado, buscó otra vida consagrada de amarras, lejana indómitamente de la mía, otro hombre y una hija…
Y la agonía fue lenta, a paso de gnomón ántico, y es que si lo vemos bien las velocidad de la luz se hace eterna cuando tiene que viajar de un lugar a otro del cosmos… —Unas lágrimas cubrieron nuestros rostros. La tristeza en el ambiente llenó de melancolía nuestras caras. Tal pareciera que las gotas bajaban al unísono, como un reflejo en un río cristalino.
Y sí Gustavo, —dijo, dándole un gran sorbo al café, como tomando valor para lo que seguía— aún la amo, aún la sueño, aún es uno de mis amores infinitos… —Hizo mutis por unos segundos, aspiró lentamente los últimos suspiros del cigarrillo, respiró profundo, como intentando hasta cierto punto que el silencio se hiciera eterno y no decir una palabra más, agachó su cabeza y continuó…
Pero hubieron otras quizá más importantes que ella, que llenaron el vacío de una manera más especial, pues no se semejaban a Roxán, todas y cada una era única como cada copo de nieve en la ventisca invernal.
La diosa troyana —con un gran suspiro—, fue la primera que logró sacar de mi cabeza y mi alma el fantasma que ocultaba, el mío, el que había escondido ahí para no volverme a enamorar. Supo llegar, supo entrar, me limpió, sacudió cada micra de polvo, me quitó el óxido. Renací.
Sin embargo —dijo mientras abría de nuevo su poemario, dejándose leer, casi sin hacerlo, como si muy al fondo lo supiese de memoria—…
Cual leve y fría daga
el enojo abordó mi sonrisa,
será que un sueño se draga,
o será que desperté en agonía;
Viento, Luz, Vida ¿qué se hicieron?
Amor, Sentimientos ¡¿Dónde están?!
por el momento sólo hay hielo,
hielo pues tú ya no estás…
Hielo pues la culpa me embarga
culpa de no saber ¿ por qué?
se esfumó tu cálida mirada
deseando quizás no volver...
¡Adiós! querida ilusión,
¡adiós! pues ya no te veré,
o quizá nos veremos de nuevo
pero tendré que dejarte otra vez;
¡Adiós! ¡Adiós! gran amor,
esfúmate, desvanécete,
como siempre, por siempre,
pues cuando te tengo huyes fugaz.
No pido más sueños ni amores,
pido solamente paz y quietud,
quizás una rosa blanca,
cada mes sobre mi ataúd.
¡Qué toquen los laúdes!
¡Qué el pueblo se funda de pasión!
¡Hoy una daga está clavada,
en lo más profundo de un corazón!
Como ves mi torpeza me hizo perderla. Delirante y agónico estaba cuando ella decidió partir.
—Bueno hombre, no hay remedio, disfrutaste con ella el tiempo, pudo ser corto pero fuiste feliz, eso es lo que cuenta. —le dije a modo de consuelo
—No Gustavo, hace poco tiempo otra musa apareció, misteriosa, fría, amorosa, radiante una luz indescriptible, sólo Hebe y Eros pudieron vertir en ella esos ojos felinamente fijos. Pero siempre la historia se confabula para mi desdicha, quizá sea el castigo merecido por haber hecho tanto daño en mis vidas anteriores a estas.
Fue Miedo, un dios más potente que cualquier sentimiento humano, quién no dejó trazar más que sueños con ella, "porque (como me dijiste tú hace poco tiempo), a veces el miedo a lo que sea es el único obstáculo"…
Les he escrito a todas cientos de poemas, tantos que es imposible leerlos todos, pero hay uno que resume a bien, lo que ocurre en mi mente sobre esas damas indómitas que llegan y se van como las olas de la mar…
Se llama: "Lo dolorosamente bello y cierto…", está dedicado a ella, como el último delirio de amor imposible, de esos en los que te disculpas pero no te arrepientes, en los que lloras abiertamente el oxido de un alma. Ella es mi diosa perfecta. El ser que más he amado por el momento, es única y por más que luche, es muy probable, nunca será mía.
Sólo te aclaro: entre ella y yo sólo mediaron un par de besos, todo lo demás forma parte del sueño.
Bueno, bueno, vamos con lo del poema, y dice:
El amor es una invitación al dolor.
Besar es ayudar a apresurar las lágrimas.
Las caricias se tornan látigos en la ausencia.
El infierno es un sueño al recordar el amor perdido.
Y sientes como las llamas se transforman en
las palmas de las manos de quién,
sin pediros permiso, te robó el alma,
de aquel ser selecto, aquel ser amado.
Y sientes tus espaldas, tu pecho, tu cuerpo,
y lloras y ríes, y cantas y gritas, lloras,
cuando las oleadas de recuerdo inundan tu frente.
¡¿Y qué te importa el resto de enorme mundo,
si en este ligero espacio no sientes su cuerpo?!
y sientes que tu cuello se carcome recordando sus besos,
y sientes como si su lengua te surcara,
como gubia la madera, como buril el cuero.
Y tu boca se hace agua al pensar en el manjar
que para ti fue una noche su cuello, sus senos, su piel,
y te torturan los ojos al imaginarla así, desnuda,
y ríes y lloras, y gritas y cantas, lloras…
y mientras tu cara se inunda de lágrimas,
compruebas lo dolorosamente bello y cierto:
"El amor es una invitación al dolor…
Besar es ayudar a apresurar las lágrimas…
Las caricias se tornan látigos en la ausencia…
El infierno es un sueño al recordar el amor perdido…"
y lloras y ríes, y cantas y gritas, lloras,
y tienes que admitirlo, aunque te duela…
—Suspiró profundamente. Cerró sus ojos para dejar caer dos lágrimas. Tomó aire de nuevo, secó sus mejillas, y prosiguió—
Además, hubieron y siguen habiendo Hadas Blancas, que de una u otra forma me ayudan a renacer tras los golpes.
Pero es un arma de doble filo, y es algo que todos nosotros sabemos, no hay escalera desde el foso que no se quiebre al ascender por ella. Siempre, es inevitable, siempre se cae mucho más en lo profundo de la fosa. Y es aquí donde piensas: ¡ya, por fin el descanso eterno llegó!; y no es así. Sonámbulo y ebrio de esperanzas escuchas esa voz de mujer que te dice: "Imbécil, levántate y anda…"
Qué te puedo decir, el ser humano siempre llorará por una oportunidad de llorar. Generalmente, aunque el corazón se tienda insensible ya, os levantáis, y sigues deambulando como un demente por los senderos que ya caminaste y que sólo te mostraban espinas agudas cual agujas —Con lágrimas en sus ojos reafinaba ese precepto tan real y cabalístico, mismo que se ve reflejado como un acto normal de la conducta humana—.
Pero caminamos ya qué más. Quizá sabemos sin dudas lo que ocurrirá después, como al ver una segunda parte de la película de terror favorita: "siempre es el misma función, el mismo espectador, el mismo teatro en el que tantas veces actuó", decían los Héroes del Silencio, y así es, pero, como simples y llanos ignaros deseamos con todo el entusiasmo que, por una vez, cambie el diálogo y al final de la obra, por una vez, haya un final feliz…
Perdona, te debo estar aburriendo con estos pasajes tristes, más de que puedo hablarte, "mi Sigmund Freud", si esto es lo ocurrido, lo vivido, lo llorado, todos los versos de amor imposiblemente duros y bellos.
—Sólo pude expresar, con un gesto de consuelo y entendimiento, pidiéndole que continuase, no sabía porqué pero me sentía altamente identificado con su relato. De pronto afirmó…
—Sabes qué, estoy melancólico, bien se ve en mis ojos empañados… ¿Quieres otra taza? —afirmé con la cabeza—… bueno vamos por ella…
El morir de las musas...
Minutos después, en esta tarde que poco a poco se acortaba, sin que hubiésemos sentido el pasar de una sola hora, llegamos al punto más duro del relato. Empezó con una risa irónica característica en su cara siempre que se acercaba la mejor o peor parte…
—Tavo, sabés qué es lo mejor de perder el amor y sentirse fuertemente encadenado por ese dolor metálico, esos látigos del pasado que nos condenan a un sufrimiento eterno…
Sabés, la más grande ventaja de sufrir abiertamente es la pluma. Juraría que cada gota de tinta que he usado, en su suma, no igualarían las lágrimas que he derramado sobre el papel. Por eso cada palabra fue un llanto vivo, cada verso que escribo es más que una agonía larga y pesada. Cada frase da un grado de descanso al alma…
Pero lo peor de todo es cuando las musas mueren. Cuando ya ni el dolor inspira.
Vieras que horrible es ver el dolor como una parte, como un órgano de tu cuerpo, que se agranda como un cáncer negro. Es bello. Es altamente bello. Pero duele que ya no cualquier dolor logre conmoverte, dolerte, inspirarte. Es como una droga cada vez necesitas más dolor para poder escribir, y más y más…
Hasta que llegas a vivir buscándolo en los basureros, en las flores marchitas, en cada hecho de la vida, en Todo, en el Todo que se tiende como un dios misántropo, vengativo y furiosamente crudo. Justamente ese Todo es lo que sostiene nuestras débiles esperanzas.
Las esperanzas se esfuma poco a poco, el sentido del existir vacila entre un vicio y otro, cada cual con su locura, cada cual con sus muertes y sus repetitivos partos…
Aquí estamos hoy, en medio de una vida que ya no es vida…
Aquí estamos y que más podemos hacer, la muerte no favorece a quién la desea, pero espera un poco y verás que cuando la felicidad toque a tu puerta o te la arrebata o te mata…
Ese es el camino de desesperanza que nos enseñan a vivir, pero no es tan así…
Las musas van muriendo al darse cuenta de toda escoria que cubre nuestros hombros. Pero algo bueno queda, el hecho tácitamente evidente del renacer de los sueños, con ellos nuevas musas y nuevas muertes.
No sé si entiendes la importancia de ellas en mi existir, mira desde todo tiempo he dicho que: —dijo de memoria un poema que después encontré en su poemario—:
Mi prosa es arcana, sencilla y disoluta,
pero para mi alma es la gruta
donde se guarda lo trasmutado
(es el espacio infinito de todo lo terminado)…
Todas las absurdas ideas que he acumulado
forjaron un destino, un hoy y un pasado
y sé que tal vez sea el único que las disfruta,
pero en esta breve y extraña ruta
para cualquier alma que busque la cura,
a esto, la vida (la veo más como piedra dura)
verá mi prosa como un diamante el bruto,
que tallará un arcano, sencillo y disoluto…
—Lavó las lágrimas de su cara y prendió otro cigarrillo, se levantó y dejó de lado su poemario, lo tiró sobre la mesa, entró a su cuarto…
Hacia el Final...
Regresó pocos minutos después, con una cara seria, como si hubiese decidido suicidarse, sólo le pude decir un "¿estás bien?" y un "¿qué vas a hacer?", al que contestó verosímilmente…
—¡¿Qué puede hacer un pobre mortal en este mundo, más que vivir esperando la muerte…?!
¡Tengo 19 años, pero son como 19 siglos de lamentos expresados es un alto numero de poemas, los tengo aquí a mi lado siempre, siempre cuando hablo del dolor lo llamo por su nombre, del amor por su signo (aunque, decía Silvio: "nadie sabe que signo lleva el amor"), del frío por su ausencia, del sueño por su nombre casi siempre de mujer, de la Libertad como madre augusta, como hija perdida hace ya muchos siglos, a la igualdad como a ese canto de primitivos seres que le perdieron por codicia, del Todo como el ogro que es, del Vacío por su totalidad infinita…!
Siempre que he hablado en este mundo solamente he conseguido un puñado de Vacío, como un Todo negro que se impone, haciendo éste del silencio un concierto de cuerdas indescriptible.
Me siento preso en un cuerpo no escogido por mi alma, enjaulada en la ridícula razón humano.
Soy como aquel lobo apartado de la jauría, cazador innato de sueños propios, sin querer luchar por algo más de lo necesario, mientras otros se matan entre sí por trivialidades.
Como aquel elfo que ve partir a sus musas y hadas a punto inalcanzables hasta para sus flechas perfectamente certeras.
Como un caer de nieve en el desierto, bañaría de gloria a todos los beduinos pero al final, deshecha, sería absorbida por la arena para perderse en el recuerdo.
Como el sol de Media Noche de las zonas polares, únicos en el mundo, pero a nadie le interesan, como los pingüinos de las Galápagos, los grandes sobrevivientes, mas nadie saben de su existencia.
Me siento desnudo y solo, estoy muerto esperando un renacer que no quiero ver llegar. Soy aquel derviche del Neguev, que vive en su rincón entre su miseria siendo el ser más feliz del mundo, esperando la mano de las Parcas con aires prósperos, sabiendo bien lo que sucederá si llega la opulencia, perderá la libertad que solamente puede dar la pobreza…
Pero al final estoy solo, qué más puedo hacer. Por más esfuerzo amigo, solamente nos separa un cristal de dudas; nadie sabe quién es el reflejo de espejo, nadie sabe cual lado del reflejo es de verdad.
La ira que expreso, no es contra ti, sino contra el existir nuestro, contra el pequeño hilo de sapiencia entrometido entre nosotros, formando una muralla más imponente que la misma Muralla China, es un Muro de Berlín, empero, nadie puede derribarlo, ni siquiera se atreven a intentarlo…
Nosotros siempre nos hemos hablado como iguales, he sido tu paño de lágrimas, aquel que perfiló su vida para saciar tus dolores y que vivieras en paz, hermano yo he vivido con tu vida hace muchos siglos, como un parásito he sido, pero más que daño te he dado paz, sin embargo, los papeles se han enredado, hoy día los dos estamos vivos, nadie puede a ciencia cierta decir cual es el reflejo y cual es el humano…
Sin embargo, tal vez algún modo hay de saber quién es el dueño de la vida y quién es sólo un reflejo obtuso y deforme del que realmente ha vivido durante estos infinitos siglos.
—Acudí asustado a sus súplicas de respuesta, pero no pude tan siquiera expresar una palabra, todo se tendía generando una confusión eminente y poderosa…—
Hermano —tomando el cigarro en su mano—, estoy enfermo, de algo que médicamente no tiene cura, tengo un vacío entre los huesos que se expande, como un cáncer terminal en el alma, y no hay nada que pueda detener el proceso, el paso que camina hacia la fosa, lento y tortuoso que nadie, ni un dios puede detenerlo: una cuenta regresiva hacia el final…
Toma mi palabra, retira el espejo de la mesa y deja que muera en paz…
—No soporté más la plática, quebré el espejo contra el suelo.
Cuando volví mi mirada hacia el suelo, vi como se desfiguraba el rostro de Jorge, y todo tomó un nuevo sentido.
Resumen de Muertes y renacimientos Invernales...
Pues ya saben, corrían días normales en el mundo, guerras militarmente terminadas, masacres cotidianas, asaltos, violaciones, lo normal de este mundo categóricamente humano.
Era pues, un común 19 de mayo, con abejones merodeando los aires invernales que ofrecía el anochecer. Toda la lluvia se tendía benévola por la tierra que necesitaba algo de esperanza en sus raíces.
Mas, la monotonía de la tarde estaba rota, aquel muchacho estaba sentado en el quicio de la puerta como si hubiese un abismo inmenso a sus pies y estuviese pensando emprender el vuelo, yo sólo podía verlo desde mi lado del reflejo…
Solos en el quicio de la puerta, con un cigarro en cada boca, miradas melancólicas, un cenicero cargado hasta los topes, sonrisas demenciales y las altas Damas de la Angustia y la Soledad como celestinas de nuestro pacto de amor con el vacío que Jorge imaginaba tendido a nuestros pies.
Teníamos su poemario, lleno de lágrimas y verdades vividas…
Quien pasaba por la calle nos miraba extrañado, aquel joven ermitaño del barrio, quien rodeado del mundo siempre pasaba de prisa saludando a los que no le conocían, pues desde niño vivió en su casa como si fuese un santuario y, cuando salía, iba a prisa como si no quisiera llegar tarde. Yo lo veía desde mi mundo, ajeno de lo que podría pasar.
Se nos veía con atuendos negros, galas de formales como si fuéramos a una boda, pero siempre extraviados dentro de un mundo ajeno al conocido por todos.
Jorge Ernesto León, mi único amigo fiel sobre la faz de este mundo, su cara reflejaba una soledad tan agónica cual si la hubiera acumulado por siglos enteros, sin dejar escapar una micra, sólo él lo sabía, qué le deparaba el futuro; yo, Gustavo, quién fuera una parte indispensable en su vida apenas lo sospechaba.
Quizá lo encerré a dormir en un cascarón de acero reforzado, quizá en una esfera de autista aceptada. Quizá sabía algo que no quería decir, algo exclusivamente para mí. Un misterio, creo, eso era lo que llevaba en sus adentros, su interior ocultaba un no sé qué el cual podría cambiar la vida nuestra.
Abrió su poemario, y como acto triunfal de despedida empezó a recitar, aquel poema que reflejaba su sentir, escrito por el mismo hace ya algún tiempo, llamado Soledades y Tristezas…
Su voz tembló con la última palabra y siguió leyendo. Tomó el papel y escribió, al parecer su último poema.
Sujetó fuertemente su poemario entre sus manos, como tomando valor para lo que iba a hacer, lo dejó al lado de la mesa.
Junto al poema encontré una nota de despedida, como aquel suicida que da razones para excusar su cobarde decisión, mas este no era el caso, Jorge nunca fue cobarde, por el contrario, siempre daba vivas sus flores sin importar lo que ocurría en la pradera. Empero, Jorge y yo habíamos tomado un camino diferente, él corriendo por su parte y yo quedándome estático en este mundo, viendo el entorno como si lo viese Jorge, su nota decía:
"Hermano amado, Gustavo:
Me despido del mundo que se ha tendido a nuestros pies, estoy harto de ser un ente esclavizado en un cuerpo humano, deseo ser libre, ya no puedo más, ahora te tocará llevarme, no como un reflejo al que le hablas sin caer en la demencia extrema o la cordura, como una parte de tu alma, es hora de que afrontes la vida sin necesidad de mí…"
Por otro lado, su poema póstumo se leía:
METAMORFOSIS
¿Qué quedará en este mundo tras mi muerte?,
más que lo que había y lo que habrá, todo,
y busco la siguiente razón para no partir,
y la busco, pero jamás la encuentro,
no sé alguien llorará mi partida,
no sé si alguien notará mi ausencia,
sólo sé que en estos parajes estoy solo,
y que no me quejo de ser el único en mi raza,
pues todos mis semejantes son sólo humanos,
yo soy un animal más que piensa por instinto,
que defiende como un tigre su territorio,
que ríe a carcajadas como una hiena,
y solo como un lobo extraviado acudirá feliz,
al destino que en la fría noche le aguarde,
y si llega la muerte el besaré los ojos,
y si llega el día maldeciré mi suerte.
Confieso a mis hermanos humanos,
que confuso me siento entre ustedes,
pues no descubro los raros motivos,
por los que sus almas y caras cubren de velos,
no entiendo por qué atacan en jaurías,
a los que en algo difieren de vosotros,
y es por eso que renuncio hoy a mis carnes,
demacradas por sus puñales certeros,
y entre los altos pinos del helado bosque,
y entre los corales ambarinos de océano,
y los cactus y arenas de los desiertos,
me vestiré de aire y llenaré los pulmones,
de los normales animales que corren,
sin importar que nada calza sus pies,
sin ver más allá de un dorado horizonte,
y cambiaré mis carnes por manchas y colores,
por alas, garras, sueños y grandes pasiones,
y conservaré lo realmente importante,
mis falacias, mis metas, recuerdos, temores,
no sé alguien llorará mi partida,
no sé si alguien notará mi ausencia,
pero yo seré parte de este pequeño Todo,
que sin que lo noten, los abraza y los rodea…
Pero al final, ya no estaba ahí, sentado en el quicio de la puerta de su casa. Salió a caminar en su última ruta, cansado, tal vez, de todo, de todo lo que le rodeaba y le repugnaba.
Se marchó muy lentamente como con cansancio eterno, y con paso de viejo achacoso se acerco a la salida del mundo abrió la cerradura oxidada y vieja, salió apesumbrado y se echó a dormir, él no acostumbraba a buscar el sueño tan temprano.
Hoy día duerme en mis adentros como ese "yo" que puede hablar. Ahora es una necesaria voz ajena que se desea ocultar del mundo para poder sobrevivir en él, como ese sentimiento de vivir sin miedo a la vida y a la muerte, renace en mí cada vez que escribo mi nombre en los poemas que escribimos juntos, los que firmo con mi nombre, Gustavo López —él no tiene problema con los derechos de autor—. Hoy firmo sin miedo, pues: "a veces el miedo a lo que sea es el único obstáculo…".
He aquí, que se expresa la relatividad de la vida: nunca sabremos a ciencia cierta si sólo somos un reflejo veraz pero obtuso encerrado dentro de nuestros propios miedos, como en un espejo.
Los invito a transformarse en su propio Freud.
Los invito a desenmarañar la vida, a vivir una propia. Usad el nombre que sea, al fin de cuentas todo humano lleva en su vida mil muertes y mil resurrecciones; al fin de cuentas, todo poeta o poetiza lleva en sus venas mil y un poetas, poetizas y musas, en sus adentros…
20 de mayo de 2003